En 2006 media docena de pageses que se encontraban regularmente en las fiestas de los pueblos y en las tertulias de los bares decidieron crear la Associació de Carreters de Sant Josep alarmados por la progresiva desaparición de los carros de barana en las Pitiüses. Hoy, ocho años después, han logrado que este medio de transporte tradicional vuelva a lucir como antaño en las principales fiestas de la Isla.
Pepe Ribas, presidente de la asociación, asegura que actualmente son más de cuarenta los socios y más de veinticinco los carros en buenas condiciones en Eivissa. «Vivimos un buen momento porque los ibicencos han recuperado la ilusión por ver sus carros, y porque ahora nos juntamos unos 15 o 20 carreters en desfiles grandes como los de Eivissa o Santa Eulària, algo impensable hace una década», explica el propio Ribas.
Sin embargo, se está muy lejos de los años donde este medio de transporte vivió su esplendor. Durante la primera parte del siglo XX, antes de la llegada del automóvil, de los camiones y de los tractores, y de la explotación turística era un elemento fundamental en el día a día. Había carros de barana, de calaix, de molls o de cabriol, aunque finalmente acabó por imponerse el primero de ellos al ser el más sencillo y ligero.
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Toni Vedrané, con más de cuarenta años de experiencia como carreter, explica que «a mediados del siglo XX cada casa tenía un carro de barana, y que en aquellas donde no había los vecinos se lo prestaban sin problema siempre que lo necesitaban».
Es más, según testimonios de los más mayores tener uno de estos carros era «una gran riqueza». «Era el primer carro que se adquiría en una casa pagesa porque servía para el transporte de mercancías como el trigo, la leña o la pesca, para llevar personas de un lugar a otro de la Isla y para transportar animales vivos si se colocaban una serie de barreras en la parte delantera y trasera», explica Pepe Ribas.