Multitud de turismos y motos están estacionando estos días en zonas prohibidas en el interior del recinto amurallado de Dalt Vila, declarado Patrimonio de la Humanidad. Así lo denunció ayer un vecino de la zona y no fue demasiado difícil comprobarlo.
Lo cierto es que los que suben estos días, supuestamente con autorización, parece que han encontrado la solución para no tener que subir y bajar las cuestas del centro histórico de Vila y optan por aparcar en cualquier sitio, incluida la puerta de un restaurante, como es el caso de un Suzuki Vitara que se encontraba estacionado en la plaza del Sol, delante de la puerta de entrada al baluarte de Sant Pere.
Prácticamente todos los accesos al baluarte de Sant Joan estaban repletos de coches, a pesar de las señales de prohibido aparcar, sin que ninguna autoridad obligue a sus dueños, que parece que actúan con impunidad, a retirar los vehículos.
La cuestión es más sangrante porque, incluso en invierno, el control de acceso de vehículos en la zona baja de la muralla, detrás de la plaza del Parc, no permite el paso a ningún coche sin autorización. Ayer, algunos de los coches mal estacionados contaban con autorización pero aún así deben respetar las zonas limitadas al estacionamiento.
Encontramos vehículos de todo tipo: de alquiler, grandes, pequeños, de lujo, utilitarios... y para pasear por estas zonas los viandantes se ven obligados a esquivarlos.
Los vecinos, cansados de que esta situación se produzca todos los años, están indignados porque no se respeten las normas y, sobre todo, porque nadie las haga respetar. Aseguran que «todos los años pasa lo mismo; hasta que no nos quejamos los coches invaden el espacio público», que, además, es Patrimonio de la Humanidad, con lo que se debería, si cabe, ser más estrictos que en otras zonas.