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Coronavirus

Una familia ibicenca ante el coronavirus

Joana Fe Schmitt, con marido e hija, relata cómo pasó la escala en la terminal del Aeropuerto Internacional de Hong Kong antes de viajar a Barcelona y posteriormente a Ibiza

La familia ibicenca no se quitó la mascarilla en ningún momento.

| Hong Kong (China) |

Las 21.00, hora local del pasado martes 11 de febrero. Aeropuerto Internacional de Hong Kong. Una familia ibicenca hace una escala de tres horas en la terminal de este aeropuerto de China para coger un vuelo a Barcelona. La preocupación es máxima. La escalada de víctimas por el coronavirus es cada vez mayor.

La terminal está prácticamente desierta. Todos los negocios están cerrados. La prioridad de estos ibicencos está clara: que el tiempo de espera en la terminal pase lo más rápido posible. «Estábamos muy preocupados. Todas las tiendas del aeropuerto estaban cerradas. Parecía un desierto. Tampoco hablamos con nadie durante las tres horas que pasamos en la terminal. Nos alejamos de las personas. Incluso nos lavamos las manos con alcohol como medida de precaución. Eso sí, en todo momento teníamos puestas las mascarillas por la peligrosidad del virus». Así relata la ibicenca Joana Fe Schmitt cómo se sintió junto a su marido y su hija durante la parada en el aeródromo de Hong Kong.

Antes de pisar la terminal del Aeropuerto Internacional de Hong Kong, los tres ibicencos pasaron un control de temperatura para comprobar si tenían fiebre. Los tres miembros de esta familia pasaron el control perfectamente. Esta medida de control fue la única a la que se sometieron durante los tres vuelos que cogieron para llegar a Ibiza. Acto seguido, ocuparon tres asientos en un espacio de la terminal completamente vacío. El miedo al contagio no estaba presente en esta familia, pero sí la preocupación.

De los 300 pasajeros que tenían asiento en el trayecto Hong Kong-Barcelona, tan solo se subieron al avión un total de 50. «Muchos no cogieron el vuelo debido al coronavirus. Todo el pasaje estaba con las mascarillas. Además, pudimos elegir el asiento por la falta de gente», cuenta Schmitt tras añadir que una vez en Barcelona todo estaba en calma.
La preocupación se esfumó por completo una vez llegados a la isla de Ibiza. Un viaje que nunca olvidarán.

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