Nunca las palabras fueron tan necesarias. En estos tiempos en los que no podemos tocarnos, ni siquiera acercarnos para generar empatía, y en los que nuestras sonrisas se camuflan tras mascarillas, el afecto se demuestra con la voz bajita, modulada y llena de cariño. Debemos tener mucho tacto para no hacer daño a los que tienen la piel fina y que no son todavía conscientes de que precisamente esta es la tan cacareada «nueva normalidad». Podremos quedar para tomar un café, para vernos o incluso para cenar o comer juntos, pero tendremos que guardarnos los abrazos de 14 segundos para dentro de unos meses, cuando esta distopía sea parte de un relato y no de la vida real. Puede que incluso cambiemos nuestra forma de socializar y de entender las relaciones. Al final, es probable que no nos quede más remedio que contagiarnos de otras culturas como la asiática y renunciar al contacto físico. ¡Ojalá hubiesen sido ellos quienes hubiesen emulado las nuestras costumbres y nuestra dieta mediterránea, en la que no hay animales exóticos, y donde prevalece la higiene, porque así ni ustedes estarían leyendo esta bitácora ni yo me estaría mordiendo las ganas de fundirme en los brazos de los míos!
27.104 muertos y subiendo, y todavía hay quien se encara con la policía porque quiere tomarse una caña más, bien apretadito con sus colegas.
228.691 casos de contagio en España y 60.764 activos que sepamos, es decir, que se hayan sometido a las pruebas, porque las estimaciones dicen que es probable que el 15% de la población tenga o haya tenido la enfermedad y que pueda seguir propagándola semanas después. Si se fijan en estas cifras, que tienen nombres y apellidos, de cada 100 personas con las que se cruzarán hoy mientras pasan a toda velocidad en bicicleta a su lado, o corriendo sin mascarilla y regalándonos sus gotitas mágicas, 15 podrían ser portadoras de la enfermedad, por lo que cada día nos estaríamos sometiendo a una ruleta rusa durante nuestro paseo rutinario. En esa terraza en la que se ha tomado hoy una copa se repetirían idénticos parámetros y no nos vale que en Ibiza y en Formentera tengamos la gran suerte de que la incidencia sea menor que en otros rincones de España, porque sabemos que la propagación de esta enfermedad es exponencial y que es capaz de infectar a cientos de personas en un solo día. ¿De verdad queremos exponernos a seguir respirando seguridad y miedo desde casa? ¿Acaso no han aprendido nada, no han visto las colas de personas frente a Cáritas para conseguir comida o las lágrimas de quienes temen no poder pagar el alquiler o perder sus trabajos? ¿Es tan difícil salir de casa con la mascarilla puesta, como si fuese la sonrisa que nos pintaba aquella canción, y mantener las distancias de seguridad con los demás?
Parece que sí, y que cuando se lo explicas a quien amenaza con lanzarse a tus brazos pecas de falta de tacto al extenderles la mano limpia, más blanca que nunca, para recordarle que precisamente es por afecto y por respeto hacia ellos por lo que no debéis consumar ese beso. Que a veces el querer se demuestra dejando ir y sonriendo a lo lejos.
... pese a quien pese, estamos en fase 1, y salir a encontrarte con los amigos y las amigas en las terrazas es factible... yo lo he hecho, he llegado con mi mascarilla, me he limpiado con el gel al llegar, pero en la mesa al sentarme he tenido que quitarmela para poder tomarme el café y los vinitos... es que se nos ha alargado un montón, he dejado propina por el abuso de mesa... confinamiento, ERTEs, el invierno que se nos avecina, mi barba jojojó, qué buena estás Carolina, venga ese selfie... todo muy aséptico y responsable, pero al final cap a casita y sin sexo... tu escrito me recuerda mucho eso, usas la palabra TACTO para negarla, como en la posguerra, como la iglesia usa la palabra pasión para anularla aplicándola a algo totalmente diferente... pues no me resigno al cybersexo, tendremos que pensar en otra cosa