Hace ya cuatro años que Javier Araguz García, de 36 años, se embarcó en la aventura de Poké Planet en Sant Antoni. Un reto empresarial que afrontaba tras haber regentado con éxito durante un par de años un establecimiento de sushi a escasos 100 metros de donde tiene ahora su restaurante.
Unos años que este joven hostelero recuerda con muchísimo cariño. «Se trabajaba de maravilla desde el primer momento; el negocio iba creciendo día a día, especialmente gracias a la gente del pueblo, que se convirtió en mi clientela más fiel».
Tanto era así que eran tres personas las que hacían que la aventura empresarial fuera viento en popa. Sin embargo, en el mes de marzo de 2020 todo se fue al traste. Tras el largo confinamiento, Javier tuvo que prescindir de sus compañeros de viaje y continuar la ruta en solitario para tratar de sobrevivir a los nefastos efectos económicos derivados del coronavirus.
«Desde un primer momento hubo una caída de los ingresos superior al 70%», recordó, «por lo que hace tiempo que nos hemos olvidado de tratar de conseguir beneficios. Sólo luchamos para intentar cubrir los gastos, que no son pocos». A todo esto se le sumó el inconveniente de que, por las características de la calle en la que se encuentra su restaurante, el Ayuntamiento le denegó la posibilidad de poder tener terraza, lo que hizo más complicado en las sucesivas fases de las restricciones poder aumentar su clientela y, por ende, sus ingresos.
Y es que, según explicó el joven empresario, entre alquiler, impuestos y cuotas de autónomo «ya hay unos 2.000 euros de gastos fijos sin levantar la persiana del negocio». Cifra que se dispara con los costes de material, electricidad «y de una persona que tengo dada de alta un par de horas al día para hacer los pedidos a domicilio».
Pero ante la disyuntiva de mantener cerrado o abrir exclusivamente con servicio a domicilio para tratar de paliar la sangría de los gastos, Javier Araguz optó por lo segundo pese a tener que hacer un doble turno a diario. «Nos hemos mantenido abiertos porque tenemos que dar servicio a nuestros clientes fijos. Tenemos una responsabilidad con ellos que no queremos eludir», reconoció.
De cualquier forma, y pese al buen ánimo y a la sonrisa que no le abandona en ningún momento, el chef tuvo que reconocer que, de mantenerse la situación actual, «tendremos que cerrar en cuanto se acaben los ahorros, que es de donde estamos tirando para poder mantenernos abiertos». Unos ahorros que, hasta la fecha, ya han menguado en más de 10.000 euros en lo que va de pandemia.
También hay puestas esperanzas, aunque pocas, en las ayudas de 1.500 euros puestas en marcha por Consell d'Eivissa y Govern balear y menos esperanzas todavía en la posibilidad de tener temporada turística este año «tal y como está yendo la vacunación», manifestó.
«Al menos esperemos que no se hagan las cosas tan mal como se hicieron la temporada pasada», recordó. «En lugar de tenernos abriendo y cerrando lo que tenían que haber hecho era esperar a que la situación tuviera una clara mejoría y, a partir de ahí, ir haciendo una reapertura progresiva del sector turístico y la restauración», apuntó. «Es fundamental que esto empiece a reactivarse para empezar a sacar a la gente del paro. Sólo así volverá la economía a fluir», advierte Araguz.
Finalmente, Javier Araguz reconoció que la mejor ayuda que puede obtener el sector de la hostelería es que le vayan restando cuanto más gastos mejor. En este sentido, quiso hacer un llamamiento a las administraciones para eliminar temporalmente el mayor número de tasas e impuestos. «Esa es la mejor ayuda que nos pueden dar», sentenció.
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