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El último molino de la isla resiste en Sant Miquel

Joan Escandel posa con su hija Lina y su yerno Luis ante los dos molinos de piedra. | Toni Planells

| Eivissa |

Joan Escandell Escandell, el último molinero de la isla, cede el testigo a sus 79 años del molino maquilero de su familia a su hija, Lina Escandell, que será la tercera generación de la familia en hacerse cargo del molino maquilero que gestionan los Escandell desde los años treinta del siglo pasado.

Se trata de un molino de piedra para moler grano y convertirlo en harina, un molino maquilero, cuyo nombre viene de la tradición de cobrar un porcentaje, maquila, del grano molido por parte del dueño de éste.

El molino
Se compone de tres partes fundamentales. Por una parte donde se deposita el grano a moler, sa tremuja, tal como lo llama Joan en eivissenc, de allí pasa al elevador que lleva al grano a introducirse entre las dos piedras, que según la regulación que se les aplique lo convierten en harina de una finura más o menos pronunciada. De entre las piedras la harina pasa directamente, a través de un conducto, al saco en el que la harina se acabará sirviendo al cliente.

Trayectoria
Antes de la llegada de los años 40 Antonio Escandell, tío de Joan, montó un molino en Sant Miquel, en Sa Font d'es Tur por donde corría un torrente cuya fuerza era suficiente para mover el mecanismo necesario para hacer girar la piedra que muele el grano. Eran tiempos en los que había agua en Ibiza. Unos años más tarde la fuerza del agua que corría hasta la Font d'es Tur empezó a flojear, y la falta de agua llevó a la familia a trasladar su molino a lo que hoy es el número 9 de la calle Eivissa, la calle principal del pueblo miqueler, a finales de la década de los 50. Corría el año 1957 y la actividad de este tipo de molinos era suficiente como para que la familia decidiera hacer una inversión importante incorporando un segundo molino.

Joan Escandell muestra los libros de cuentas del molino de los años 40. Foto: Toni P.

En esa época, recuerda Joan, había molinos en todos los pueblos, el veterano molinero hace memoria y enumera los molinos de Can Vildu o Can Xiquet Pou en Sant Llorenç, el de Can Andreuet o los dos de Can Nebot, uno en Sant Josep y otro en Sant Antoni entre otros. Y es que la actividad de un molino de grano en esa época suponía trabajar noche y día, y por consiguiente un negocio rentable para una familia como los Escandell. Atendían a personas que vivían en el campo y necesitaban moler su grano tanto para elaborar su propio pan como para dar de comer a los animales, para lo que la harina se muele de manera mucho más gruesa. Escandell recuerda las colas de carros que en esa época esperaban turno para moler su grano

Así fue durante décadas, «el trabajo fuerte duró desde el 57 hasta los años 70 con la llegada del boom turístico», recuerda Escandell, y es que la llegada del turismo con la consiguiente migración del trabajo en el campo a la hostelería supuso una bajada significativa en la actividad del oficio de molinero. De esta manera Joan también emigró de oficio dejando el molino en manos de Vicent Escandell, su suegro, para convertirse durante 17 años en chófer de autocar.

No fue hasta los años 90 cuando Joan aparcó el autocar para volver a ponerse al volante de la actividad del molino familiar. En los últimos años los días de actividad del molino se limitan a la jornada de los martes, día en el que cada vez más clientes, tanto particulares como panaderías, se dan cita en el número 9 de la calle Eivissa de Sant Miquel.

En cuanto a las panificadoras, Joan expresa un respeto especial por Mariano, del Forn Can Coves, que fue el primero que le propuso moler trigo para hacer pan «como el de antes». Desde entonces la panificadora de mariano no hizo más que crecer, y las panificadoras de la isla se fueron animando a solicitar los servicios del molino de Sant Miquel.

Y es que la calidad de esta harina, tal como cuenta Mari Ángeles Costa de la panadería Arabí de Santa Eulària, mientras carga un saco de harina en su furgoneta, «con esta harina el pan dura hasta una semana y además es más sabroso, no sale igual. Es mucho mejor».

La calidad del producto, «que no se puede comparar con la harina que viene de fuera» según Escandell, está haciendo que poco a poco el negocio vuelva a remontar y el veterano molinero pronostica que todavía aumentará más.

Futuro asegurado
Lina Escandell, hija de Joan, nieta de Vicent y sobrina nieta de Antonio se ha dedicado a la hostelería durante toda su carrera profesional. Pero ante la llegada de la pandemia ha tomado una decisión crucial, que no es otra que retomar, codo a codo con su marido Luis, el oficio familiar en el que creció viendo trabajar a su padre y a su abuelo. Si bien le había propuesto en varias ocasiones a Joan hacerse cargo del negocio, no ha sido hasta la llegada de la crisis cuando, para evitar que Joan estuviera solo trabajando en el molino empezaron a ir a echarle una mano, hasta el punto de tomar la decisión de asumir la responsabilidad del negocio. De esta manera Lina representa a la tercera generación de molineros, convirtiéndose probablemente en la primera molinera de Ibiza.

Y es que convencer a Joan a sus 79 años no ha sido fácil. Lina cuenta, «se lo comenté muchas veces pero siempre me decía que esto no era trabajo para mujeres», mientras Joan entre risas contesta que «se ve que ahora soy un machista», y justifica sus argumentos diciendo que «antes no se trabajaba como ahora. Antes llenábamos sacos de hasta cien kilos de harina que a una mujer le hubiera costado manejar». El hecho es que finalmente el machismo de Joan no sería tal, y Lina ya dirige el movimiento de las piedras del molino que durante tres generaciones han girado bajo las ordenes de la familia Escandell.

Una de las decisiones que la nueva molinera está estudiando poner en marcha en breve, tras el incremento que están notando en la actividad, es la ampliación de los días de servicio. «La intención es abrir martes, jueves y sábados», explica Luis, marido de Lina, y es que también cada vez hay más particulares que se acercan a Sant Miquel a «buscar su bolsa de uno o dos kilos de harina para hacer su propio pan, y les va mejor venir un sábado», apunta el patriarca de la familia.

Así, cerca de un siglo después de que el tío abuelo de Lina construyera el primer molino familiar en Sa Font d'es Tur, se apuntala la supervivencia de este oficio tradicional y en vías de extinción.

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