El pasado 25 de julio una vecina de Sant Antoni llevó a su mascota, un american bully de 22 meses de edad, a un conocido hotel canino en el municipio de Santa Eulària mientras pasaba sus vacaciones fuera de la isla.
El 14 de agosto, fecha de recogida de su mascota, llamó al establecimiento para informar de que iría antes de la hora prevista. En ese momento le informaron de que el animal había muerto repentinamente. Ante esta noticia, la propietaria acudió de inmediato al centro donde pudo comprobar, según consta en la denuncia presentada ante el Juzgado de Instrucción número 2 de Ibiza, que el perro presentaba «profundas heridas, numerosas laceraciones necrotizadas y quemaduras en las almohadillas de las patas».
Al día siguiente, 15 de agosto, volvió a acudir al centro con la veterinaria de su mascota para que realizara una evaluación del estado en que se encontraba el cuerpo del animal. En su informe, la colegiada señaló que, dos días antes de ingresar en el centro, el animal físicamente «dentro de la normalidad» y sin ninguna lesión cutánea.
Sin embargo, en el momento de la exploración postmortem pudo observar que las encías estaban «hemorrágicas», además de detectar «sangre en la lengua», aunque por el estado de congelación de la mascota no pudo explorar el interior de la cavidad oral.
También observó «múltiples erosiones y algunas escaras, principalmente en la zona del abdomen», además de «zonas necróticas y hemorrágicas» en las almohadillas de las cuatro extremidades. «Puesto que tengo la certeza de que este animal estaba sano el día de su revisión, la aparición de tal cantidad de lesiones cutáneas en tan poco tiempo sugiere que el animal ha estado en un entorno poco apropiado», indicó la veterinaria en su informe, que recalcó a su vez que, dado el estado de las almohadillas, «el animal puede haber estado expuesto a altas temperaturas, por lo que tampoco se puede descartar que la causa de la muerte haya sido un golpe de calor».
El propietario del centro canino, por su parte, calificó de «error» el hecho de que se haya presentado una denuncia antes de realizar la necropsia al animal para determinar qué es lo que produjo su muerte. «A causa de nuestros cuidados no puede ser», insistió, «ha estado cuidadísimo y su muerte ha sido una desgracia que no hemos provocado».
En este sentido, recalcó que el animal había sufrido días antes de su ingreso la mordedura de una serpiente, dato que matizó la propietaria, que indicó que hacía casi tres meses que había sido tratado y operado por esta causa y que «sólo le quedaba una bola entre la piel y el músculo de un líquido no venenoso para el que ya teníamos cita para drenar».