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BNP Entrevistes

«El turismo que no gusta en Ibiza tiene cabida en unos locales que lo fideliza»

El conocido empresario repasa cómo se inició en Sant Antoni la gran transformación turística y cómo ve la situación actual del ocio en la isla

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Pepe Roselló habla alto y claro de aquellos aspectos turísticos que, a su juicio, deben cambiarse urgentemente en la isla de Ibiza. También recuerda en Bona Nit Pitiüses Entrevistes con Toni Ruiz cómo fue el inicio de la llegada del turismo a la isla.

—Son muchos los vecinos de Sant Antoni con los que hablamos. Ello significa que los portmanyins tienen mucho que decir.
—Me atrevería a decir que los portmanyins fuimos quienes dimos los primeros pasos de cara al turismo. Es nuestro éxito y al mismo tiempo hemos sido quienes hemos pagado los pecados más grandes. Con la evolución turística, tal como se ha ido produciendo, hemos quedado atrasados respecto a otros ayuntamientos donde el turismo llegó más tarde. En Sant Antoni empezó pronto y allí se desarrollaron unas actividades que tienen atractivo turístico. Es algo que la historia ya cuenta de una manera muy clara.

—Al sensacional libro ‘Pepe Roselló. La Ibiza vivida' de Xescu Prats deberíamos añadirle ‘la Ibiza vivida y bien vivida' y usted en él ya explica el principio del turismo, la llegada de los Argonautas o el cambio de los corrales por habitaciones para los turistas. ¿Cómo se vivió esta transformación de Sant Antoni?
—Podemos hablar del turismo nacional y del que llegó aquí después de la II Guerra Mundial. Tanto en Vila como en Sant Antoni, nos acordamos del hotel de los judíos. Creo que eran 10 hermanos judíos que se exiliaron y llegaron a Ibiza y construyeron este hotel y al mismo tiempo había fugitivos nazis que se establecieron en Ibiza. También hay una serie de familias madrileñas y catalanas que se establecen en la isla, que son muy conocidas, y que ha sido gente que se ha integrado en Ibiza y que se ha convertido en ibicenca. Sobre todo en Vila; esto creó una especie de movimiento. Por otra parte, el turismo que para mí supuso una innovación fue el turismo de los franceses, el del Club de los Argonautas. Era gente joven, generalmente estudiantes que venían a pasar unas vacaciones de subsistencia. Lo que hacían era pesca submarina, con lo cual ya tenían un medio de subsistencia. Hacían deporte y trajeron una gran innovación respecto a las costumbres sociales de la época, abriendo unos canales de comunicación integrados con la población que, de inmediato, se pegó a esta gente para vivir experiencias y conocimientos que para nosotros eran muy nuevos. Estamos hablando de los años 50. Antes llegan también los hippies que principalmente se trasladan al norte de la isla y que nos traen otras corrientes diferenciadas, con connotaciones muy particulares como el rechazo a la guerra. Se adaptan perfectamente a las costumbres de lo que se practicaba en Ibiza en las casas payesas. Además, hay que hablar del puerto de Ibiza que comienza a tener un gran auge, una personalidad, y pasan cosas nuevas que nunca habían sucedido en la isla. La gente comienza a hablar francés, inglés y llegan los alemanes y se comienza a hablar el idioma. Surge esa inquietud para integrarse y salir de esa caracola que suponen las costumbres ibicencas, tan cerradas, y esta gente nos da lugar a abrir espacios en nuestras propias vidas.

—Se produce una mezcla cultural que penetra muy bien en la antigua sociedad de Ibiza, y también de Formentera, donde se cambiaron dinámicas. Esta mezcla sí salió bien, algo que no siempre sucede.
—Se dieron unas pautas de comportamiento innovadas por los propios hábitos ibicencos en el sentido de que la gente no sólo les aceptó sino que aprendimos de ellos. Aprendimos, por ejemplo, a disfrutar del mar. Ahora el mar es nuestro compañero. Hay que tener en cuenta que las casas payesas están hechas sobre montañas, nunca cerca del mar porque siempre ha sido un obstáculo. Ahora el mar es un puente que nos une a la Península o a las otras islas y antes era nuestro enemigo. La cultura y tradición ibicenca estaban alejadas del mar. En Sant Antoni, por ejemplo, sólo había un muelle de pescadores y punto. El turismo supuso un impulso y un gran efecto y la gente despertó de un sueño que parecía eterno. En Ibiza pasaba de todo, pero al mismo tiempo no pasaba nada significativo, pero llegó el turismo.

—Xescu Prats dice en el libro que Pepe Rosselló es el hombre con más suerte en este mundo y que más la ha sabido aprovechar. ¿Todavía hace quinielas?
—Ahora juego a la ONCE.

—Me gustaría que explicara la historia de la quiniela. ¿Qué pasó con ella?
—Nosotros nos juntábamos en el bar El Coto. Allí hice una quiniela y la olvidé sobre una mesa. Nos marchamos y al día siguiente me encontré con Francisco Guasch, un guardia civil de una familia muy conocida y querida del pueblo y me recordó que había olvidado la quiniela. Me explicó que él la había cogido y que su hija Margarita la había copiado y la habían echado. Acordamos que, si tocaba, iríamos a medias. Recuerdo que el último partido de liga lo jugaba el Osasuna -que ya había descendido a Segunda- contra el Atlético de Madrid. Nadie daba un duro por el Osasuna y aquella quiniela se pagó a 236.000 pesetas.

—¿Se puede decir que con ello comenzó su entramado empresarial?
—Personalmente puedo decir que sí porque monté el restaurante S´Olivar. Después hicimos un viaje con mi madre y compañía por Andalucía con unos autobuses que se llamaban Alzina. La vida cogió un rumbo diferente y todo comienza. Sería el año 1959 o 1960.

—Es cuando Ibiza explota turísticamente.
—Creo que la isla tiene entonces un aura de descubrimiento. Era la época en la que Mallorca se promocionaba en televisión con viajes de boda. Ibiza, sin embargo, hacía su propia promoción sobre todo relacionada con la música. Nos adelantamos a Mallorca en la música y ellos a nosotros con las bodas. En aquella época todavía no estaban los Reyes porque cuando fueron allí Mallorca tuvo un auge importante respecto de las otras islas. Tengo que decir además que al abuelo del Rey actual le gustaba Ibiza. Nos conocimos en el Playboy y yo siempre le hablaba mal de Franco y nos hicimos amigos. Tuvimos amistad y nos felicitábamos las fiestas. Me convertí en monárquico y eso que no tenía ideología política en aquel momento.

—De todo este Sant Antoni del que nos habla, ¿qué queda hoy en día?
—Creo que mucha nostalgia y resentimiento. En el pueblo falta ilusión y confianza y es triste que yo lo diga. No sé exactamente cómo se puede recuperar, pero es necesario un cambio total a la hora de concebir qué puede hacer la gente cuando llega. Estamos hablando continuamente del turismo de excesos, alcohol y drogas y realmente la clase política no da soluciones para lograr un comportamiento cívico que pueda compaginarse con el turismo y aquí hay una cosa importantísima que falla, que es que no existen puntos de coincidencia entre el ocio y el comportamiento de un tipo de turismo que nos frecuenta. Creo que Sant Antoni, su imagen, está muy dañada por todo lo que ha pasado durante estos últimos años y, sobre todo, por la Ley turística que introduce una serie de parámetros desconocidos hasta el 2012. Creo que es la culpable de que hayamos llegado así hasta hoy. Esta ley fue muy inoportuna, se aplicó muy mal y mal distribuida.

—¿A qué se refiere?
—Al cambio de modelo turístico que se ha producido de forma espontánea y que no se ha creado por los políticos o los gobiernos. De repente, aparece una ley que da cabida a unas actividades que no estaban contempladas. Se trata de actividades que se hacían durante el día. Cuando estaba en el Space, nosotros teníamos afterhours y en aquel momento estaban dentro de la ley en cuanto al régimen de horarios. Si las ordenanzas no están bien redactadas y especificadas, ello induce a interpretaciones que no nos corresponden. Por ejemplo, si hay una actividad turística que debe desarrollarse como complementaria, no puede tener las mismas cualidades que las principales. En la Ley turística aparecen los clubs de playa, que están sin definir.

—Usted sugiere que esto convierte a los hoteles de primera línea de mar en discotecas de día.
—Aquí está el tema. Además, los hoteles llamados de lujo o sólo para adultos suponen una eliminación o exclusión del turismo familiar cuando Ibiza da cabida a todo el mundo, incluso a gente modesta que viene aquí a vivir aventuras o experiencias que no tienen nada que ver con esos hoteles. Teniendo en cuenta reflexiones de Platón sobre la música, me pregunto qué hemos hecho para que ésta se haya convertido en un arma de fuego entre nosotros, motivo de discusiones y peleas, denuncias... ¿Cómo hemos llegado aquí? Resulta que los políticos, la gente que debe poner orden en este tema, se lava las manos. Es el problema más grande y serio que hoy en día existe en Ibiza. Parece que quien tiene un permiso de música, sea del tipo que sea, tiene una categoría superior.

—Usted habrá hablado con las autoridades políticas de este tema.
—Sí, unos dicen que debe aplicarse la Ley de Medio Ambiente. Ahora una declaración responsable sirve para todo y sabemos claramente que cuando hay aforos superiores a un determinado número al aire libre, no vale una declaración responsable sino que debe hacerse un proyecto. La propia ley marca sus límites, pero después no se aplica como toca. Aquí nos encontramos con un gran conflicto social, importantísimo. Los ayuntamientos se dan la espalda unos a otros y quien debe guiar su conducta es el Consell, puesto que tiene las transferencias. Cualquier modelo turístico que debe cambiarse o cualquier modificación sobre lo que afecta al turismo debe pasar por el Consell, que tiene las atribuciones. Los ayuntamientos tienen después la potestad de reducir. Por ejemplo, Carraca en Sant Joan dijo que no a los hoteles de lujo con música. La guía la debe establecer el Consell y debe tomar obligatoriamente parte en este asunto. Es más, la inacción política puede ser incluso considerada un delito. Creo que el modelo turístico se cambió en 2011, pero a través de una iniciativa particular. Ni ningún ayuntamiento o el Consell tomaron parte en las decisiones adoptadas desde que se abrió el primer hotel de lujo en Platja d´en Bossa. Ese hotel, sin ningún permiso, inició su acción y hasta hoy continúa. No ha habido forma de que se adopte ninguna medida para parar esta actividad porque allí, a primera hora de la tarde, se juntan 6.000 o 7.000 personas que, además, ya no van al puerto y a otros lugares. ¿Quién sufre entonces? Resulta que las salas de fiestas tuvieron que cerrarse porque causaban problemas. Ese ocio nocturno es lo que nos hizo funcionar hasta 2011. De repente, aparecen esos hoteles con una carta de libertad que no sabemos bajo qué título están actuando. Seguimos bajo ese karma y siguen sin tomarse medidas.

—La Ibiza de las discotecas, a partir de un momento determinado, es demonizada. ¿A qué lo atribuye?
—Las discotecas de noche tienen sus propios problemas conocidos y han sido demonizadas porque han sido un elemento distorsionador de lo que ha sido la vida nocturna. La regulación de actividades turísticas abarca de la mañana a la noche y las autoridades deben especificar qué pautas debe seguir el turista para guiarlo y que pueda acceder a la naturaleza o al mar. Si colocamos la música como ingrediente básico de la mañana a la noche, lo que hacemos es destruir todo la energía vital de la gente.

—¿Ahora mismo la gente va mucho menos a las discotecas de Ibiza?
—Quiero contar algo. En Sant Antoni tenemos un tipo de turismo que el pueblo rechaza, pero también un tipo de visitante que tiene buena acogida. Dentro del pueblo hay una discoteca que celebra fiestas en la piscina. Allí se junta mucha gente durante el día. Cuando salen, ensucian por donde pasan y les acompañan personas que siguen su ruta para ofrecer a esta gente venta ambulante. En Sant Antoni, se ha creado esa ZPA (Zona de Protección Acústica), una especie de cuadrícula donde no se puede hacer ruido. Yo creo que todo Sant Antoni debe vivir como un único corazón, es toda una población.

—Pero usted señala que para ello falta ilusión.
—La ilusión la deben aportar los jóvenes. Cuando se castiga esa zona del West aparece otro punto en la bahía en el que se juntan cada tarde 10.000 personas; hay mucho ruido por todo el pueblo y no pasa nada. El turismo que no gusta tiene cabida en unos locales que lo fideliza. Yo creo que el Ayuntamiento, ahora que tiene mayoría absoluta, debe aplicarse para arreglar los problemas, aunque suponga un desgaste para ellos. Que arreglen los problemas de interés general para la población, no primando unos para hacer favores. Esto es aplicable también al Consell, que ponga remedio a los problemas que estamos sufriendo. El Consell debe homogeneizar todas las actuaciones de tipo turístico, sea en el pueblo que sea, y de donde vengan.

—Para defender todo esto, creó una asociación.
—Se formó a raíz de aquel hotel que se abrió en 2011 y creó un efecto multiplicador porque comenzaron a salir los clubes de playa, contemplados en la ley, pero sin aclararse sus funciones. Pueden tener unas actividades complementarias, pero que se diga en qué horarios o cuáles son estas actividades. Los hoteles, para mí, no pueden hacer lo que hacen y no puede ser que en uno se metan 7.000 personas y estén allí bailando, provocando que toda esta gente no acceda a otras actividades. Hablando del puerto de Ibiza, resulta que es la joya de la corona de Vila, y le han quitado la clientela de una forma mezquina, bastando con hacer cuatro anuncios de cuatro DJ importantes para llevarse a la gente a Platja d´en Bossa. Es fundamental que el puerto vuelva a recuperar el protagonismo que había tenido. Si tenemos lugares exclusivos para turistas y otros para la ciudadanía, si no se juntan, el cuadro estará vacío.

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