Joan Cardona Cardona, de Can Simon, heredó una parte de una antigua casa en Sant Antoni. Con la llegada del turismo, Cardona decidió convertirla en un local que se convertiría en el bar Priscila’s, una referente de la zona en hasta el final de los años 80.
Tras una reforma, en 1990, Joan Cardona hijo tomó las riendas del negocio. En la fachada, un icónico Fido Dido servía de reclamo para el Simon’s Snack Bar, recuperando el nombre familiar en clave anglosajona.
Entre 1990 y 1996, Joan gestionó el bar que se convirtió en un punto fundamental dentro de la rutina del vecindario. «Durante mi etapa, siempre venía mucha gente del pueblo a tomar el café y era un punto de encuentro. Los fines de semana también solía venir mucha gente de otros lugares de la isla. En Navidades toda la gente venía a brindar con nosotros y a tomar el chocolate con churros de madrugada», recuerda. Su hermano, Pepe, también acabó echando una mano detrás de la barra en esta etapa de Can Simon. Tras aquella etapa, la familia alquiló el local a unos jóvenes italianos que lo bautizaron como El Tulipán y lo mantuvieron durante dos o tres temporadas. Posteriormente lo llevó un inglés, más tarde pasó a manos de Guillermo con la etapa del Baraka y, finalmente, lo recuperó la hermana pequeña de la familia: Lina.
Mientras tanto, Lina había acumulado experiencia al frente de su propio negocio en Vila, el bar Embassy, durante más de una década. El 17 de mayo de 2014 regresó al local familiar y decidió abrir su propio bar con el nombre original: Can Simon. «Al principio apenas conocía a nadie, así que lo primero que hice fue integrarme como una más e intentar hacer barrio», recuerda.
El 17 de mayo de 2015, Lina instauró la celebración del aniversario del bar con una paella popular. «El primer año éramos 14, pero ahora nos juntamos más de 20; los niños comen dentro y el resto en las mesas de fuera hasta que haga falta». Entre risas, presume de que estos encuentros incluso han contribuido a la natalidad del barrio: «Las cuentas salen: ‘Joanet’, el hijo de Joan y Nieves, nació después de uno de nuestros aniversarios».Hoy, Joanet, con siete años, juega con su hermano Jordi en un rincón reservado del bar.
Can Simon se ha convertido, también en la etapa de Lina, en un punto neurálgico de la zona. Teresa, que trabaja cerca, lo describe como «una especie de oasis ibicenco que abre todo el año». Asegura que pasa por allí «todos los días», que Lina «siempre tiene una buena charla» y que «es un lugar en el que conoces a todo el mundo». También destaca sus «jueves sociales».
Pinchos
Los pinchos son el momento más esperado de la semana. «Poco después de abrir, me propusieron entrar en la campaña y acepté enseguida: era otra forma de hacer barrio», explica Lina.Hoy, tras más de 400 variedades, mantiene sus clásicos imprescindibles: tortilla de patata, chistorra y empanadas gallegas. «La respuesta de la gente fue espectacular y ahora se ha convertido en una especie de ‘after-work’ –como dicen los pijos– de los jueves».
Ángeles, sobrina de Lina e hija de Pepe, se ha incorporado al equipo para ayudar los fines de semana, asegurando así que la tradición familiar continúe.
Clientela
La clientela de Can Simon coincide en que es un lugar donde siempre hay un motivo para quedarse un rato más. Juana y Carlos, vecinos del barrio, aseguran que «venimos todos los jueves a tomarnos un pincho y una copa de vino» y que «aquí siempre te encuentras con gente conocida». Para ellos, el bar es «el centro del barrio, nuestro punto de encuentro cuando quedamos con las amigas», y no dudan en llevar a familiares de visita: «Nuestro hijo, Guillermo, ha venido de vacaciones con su novia, Carlota, y este es el lugar ideal para tomar algo y charlar». Guillermo lo confirma con una sonrisa: «Cuando vengo de vacaciones, aquí es donde me encuentro con la gente y con los amigos que hace tiempo que no veo». Carlota, por su parte, vive su primera experiencia en el local con muy buenas sensaciones: «Es la primera vez que vengo, soy de Zaragoza, pero el ambiente es muy agradable y familiar. Da gusto estar aquí». Mónica, otra vecina y clienta habitual, afirma entre risas que «cada día es bueno para venir y enredarte, pero el mejor día de todos es el jueves, que también te enredas». Antonio, asiduo de los jueves, lo resume así: «Es el mejor lugar de Sant Antoni para tomarse una cerveza y un pincho, si es jueves. Los precios son más que razonables, el ambiente es tranquilo y Lina sabe cómo tratarnos».
En cada aniversario, cada jueves de pinchos y en el día a día, Can Simon reafirma lo que Lina buscaba desde el principio: integrarse en la vida del barrio y convertirse en un lugar donde todos —vecinos, amigos y visitantes— se sientan como en casa.
LINA ES LA MEJOR