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Martín: «Mentalmente me dijo que le matara y yo le hice caso»

El joven acusado del asesinato de Eduardo González en Eivissa mantiene que el fallecido le amenazó de muerte y él defendió su vida

Juan Martín García se enfrentó ayer en la Audiencia Provincial, en Palma, con el tribunal y el jurado popular que deben decidir su suerte. Foto: TERESA AYUGA.

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«Le maté y punto». Así concluyó ayer la declaración de Juan Martín García, el joven de 19 años de edad que confesó ayer haber dado muerte en Eivissa, el pasado mes de septiembre, a uno de los hombres con un pasado más oscuro, como era Eduardo González Arenas, el líder de la secta «Edelweis». El fallecido había sido declarado culpable de 28 delitos de corrupción de menores y sentenciado a cumplir 168 años de cárcel. De esta condena, sólo cumplió seis años de prisión.

Fue el propio acusado el que descartó ayer ante el jurado que la muerte de «Edie» fue una reacción espontánea, sino que fue un crimen que llevaba un mes y medio planeando, y que decidió ejecutarlo en la heladería en la que había quedado citado con la víctima. Juan Martín intentó convencer al fiscal que no tenía más remedio que matar a la víctima, porque estaba amenazado de muerte y además le estaban persiguiendo tres hombres enviados por Eduardo González. «Me dijeron que estaba jugando con fuego. Me exigían que dejara a los chavales, porque yo sabía que Eduardo abusaba de ellos y quería denunciarlo».

En la conversación en la heladería, en la que también estuvo presente el abogado del difunto, surgió el tema de estos chicos, según recordó el acusado. «Me dijo que me fuera de Eivissa y que dejara en paz a sus amigos porque yo era un delincuente».

Cuando el acusado y la víctima se quedaron solos, el primero entró en el local a pedir un helado. Fue entonces cuando decidió dar muerte a «Edie». La acusación mantiene que la víctima fue sorprendida por la espalda y el agresor le seccionó el cuello. Sin embargo, el acusado mantuvo que no hubo traición. «Vio que iba armado. Le cogí por detrás y le pasé el cuchillo muy despacito por el cuello. Eduardo me miró tan tranquilo sin decir nada, sólo me preguntó que hacía». Para el presunto asesino, en realidad le hizo un favor a la víctima porque sus deseos eran morir. «Ese hombre quería que le matara. Es lógico, porque si yo fuera una persona como esa, amenazada por los padres de todos los chicos a los que había abusado, también querría morir».

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