Óscar González - SEÚL
Francia comprobó lo difícil que es sobrevivir como campeón sin
Zinedine Zidane y perdió (0-1) contra un novato descarado, Senegal,
que abrió el Mundial 2002 con una sorpresa que hará millonario a
más de un apostante. El equipo de Roger Lemerre, envuelto en su
halo de imbatibilidad, no se ha dado cuenta de que era vulnerable
hasta que «Zizou» ha comenzado a faltar de sus alineaciones,
demasiado tarde.
La alerta saltó poco antes de viajar a Asia, cuando la selección belga se impuso (1-2) en Saint-Denis y ya no hubo forma de poner remedio. Tan sólo rezar para que no le pasase nada al mejor jugador del mundo, pero no tuvo esa suerte. En un partido que debía ser intrascendente, un amistoso contra Corea del Sur, el pasado domingo, Zidane sintió un pinchazo en un muslo derecho y saltaron todas las alarmas.
La selección francesa trató de contener el gesto de desagrado, Lemerre tiró de archivo para recordar que, hace un lustro, Yuri Djorkaeff destacaba casi tanto como «Zizou» y se autoconvenció de que aún conservaba magia. Pero en cinco años, Zidane ha crecido sin freno mientras el «armenio» se ha encogido hasta tener que aceptar un contrato menor en un modesto de la Liga inglesa, el Bolton, harto de su enfrentamiento con Andreas Brehme en el Kaiserslautern alemán.
Por eso, Francia no pudo desembarazarse en ningún momento del fantasma de «Zizou». En los aledaños del estadio, porque la mayoría de los aficionados se enfundaron la camiseta con su «10» y, dentro de él, porque cuando el centrocampista del Real Madrid saltó con sus compañeros para comprobar cómo estaba el terreno de juego, fue el centro de todas las miradas. Djorkaeff no hizo olvidar a Zidane, pese a que lo intentó todo, se movió por todo el frente del área y disparó, con tan poca fortuna, que Lemerre le sustituyó a la hora de juego. Entró en el campo Christophe Dugarry, pero ni los aficionados, que silbaron el cambio, confiaron en que fuera el remedio y acertaron porque el ex jugador del Barcelona tampoco encontró la fórmula.
Francia podrá recurrir como excusa a la mala suerte, porque al disparo al larguero de David Trezeguet, en el primer tiempo, se unió el de Thierry Henry en la continuación, pero en cualquier caso debió saber imponer la enorme distancia que le separa de un equipo formado en su totalidad por jugadores de la Liga francesa, la misma que han abandonado las «estrellas» del campeón. A falta del mejor jugador del mundo, brilló el mejor de Africa, el Hadji el Diouf, que se bastó para poner en jaque a la defensa francesa. El Diouf, autor de ocho de los catorce tantos de su equipo en la fase de clasificación, sacó los colores a los centrales Marcel Desailly y Frank Leboeuf, demasiado lentos para contener al «asesino en serie».