Francisco Àvila SAPPORO
Alemania, el gran tricampeón mundial, ha vuelto para reivindicarse
después de ofrecer un gran fútbol en su estreno en Japón (8-0
frente a Arabia) con Miroslav Klose como estrella (3 tantos), pero
sobre todo con un fútbol muy cohesionado y con muchos nombres
propios.
Después de los problemas clasificatorios que le llevaron hasta la repesca frente a Ucrania, Alemania dio una imagen que nadie recordaba. Fue un conjunto con un gran espíritu de equipo, el mismo que les llevó al título mundial en 1954, 1974 ó 1990, y con muchos recursos.
Alemania ya no es sólo músculo como en las dos últimas citas y ante los débiles saudíes lo demostraron. Su centro de campo es espectacular. Dispone de un jugador llamado a marcar toda una época, como es Michael Ballack, el flamante fichaje del Bayern Munich, y de complementos de calidad indudable como Dieter Hamann (Liverpool) o Bernd Schneider (Bayer Leverkusen).
Ballack y Schneider se entienden a la perfección, porque han jugado muchos años juntos en Leverkusen, y ambos son productos de la Carl Zeiss Jena, un equipo de referencia en la antigua República Democrática Alemana.
El carácter que imprimen ambos es determinante, como también lo es el oportunismo de Miroslav Klose. Este delantero de origen polaco es lo que la selección alemana llevaba buscando desde años y no era capaz de encontrar.
Los germanos, que han tenido a grandes goleadores en su historia como Gerd Muller, Karl-Heinz Rummenigge, Jurgen Klinsmann o el propio Rudi Voeller, por fin tienen una nueva referencia, porque los intentos con Oliver Bierhoff, Stefan Kuntz y Carsten Jancker no habían sido tan fructíferos como se esperaba.