Rodrigo Zuleta|BERLIN
El duelo entre Alemania y Argentina reedita un auténtico clásico del fútbol planetario del que hay dos antecedentes en finales mundialistas que, en ambos casos, terminaron con efusión de lágrimas. En el Mundial de 1990, cuando Alemania derrotó 1-0 a Argentina en la final de Roma, con un gol de penalti de Andreas Brehme, fue Diego Maradona el que rompió a llorar en el campo al final del partido.
Los alemanes han recordado en los últimos días esa imagen y la han asociado con la de Maradona en las tribunas del actual Mundial animando a Argentina como un hincha más y le han pronosticado un nuevo capítulo de llanto.
Cuatro años antes, había sido el defensa alemán Hans-Peter Briegel quien derramó lágrimas de impotencia ante las cámaras de televisión después de que Argentina derrotase a Alemania por 3-2 en el Estadio Azteca de Ciudad de México.
Aquel partido, a diferencia del de Roma, que ha pasado a la historia como una de las finales más sosas de la historia de los Mundiales, había tenido un desarrollo dramático.
En una primera fase, todo parecía claro para Argentina que se había ido en ventaja con un cabezazo del defensa José Luis Brown, en el minuto 23, y luego había aumentado la cuenta con un gol de Jorge Valdano en el 56.
El 2-0 respondía a las expectativas pues Argentina era clara favorita y Alemania había llegado a la final arrastrándose y empujada más por la suerte, y por las paradas de su meta Toni Schumacher, que por otras virtudes futbolísticas. Sin embargo, Alemania pareció invocar los mitos y las leyendas de su historia futbolística y amenazó con darle la vuelta al partido. Karlheinz Rummenigge y descontó en el minuto 74 y Rudi Voeller alcanzó el empate en el minuto 82.
La legendaria final de 1954 en Berna, que al final ganó Alemania por 3-2, había empezado con ventaja de 2-0 para la Hungría de Ferenc Puskas, que tenía un favoritismo al menos tan grande como el de la Argentina de Maradona en 1986.
Sin embargo, en el emblemático Estadio Azteca los argentinos se libraron de ser víctimas del mito de la remontada. Los alemanes, aupados por el increíble empate, se lanzaron a una ingenua ofensiva final que fue castigada con un contragolpe que terminó en el gol de la victoria, marcado por Jorge Burruchaga aprovechando un gran pase de Maradona, la gran estrella de aquella Copa del Mundo.