Objetivo cumplido. La SE Eivissa B consiguió el ascenso a Tercera División en la tarde de ayer tras doblegar al Arenal, contra el que había empatado sin goles el domingo anterior, por 4-0. A los rojillos les bastaron tres minutos mágicos para apuntarse la victoria; un gol de Julien en el tiempo de descuento del primer tiempo y otro de Rivelino nada más arrancar el segundo acto decantaron la balanza a favor de los pitiusos.
El equipo de Sergio Tortosa saltó al terreno de juego con su once de gala, en el que la delantera letal formada por Julien y Rivelino iba a tener mucho que decir. Pero el Arenal no salió al campo amedrentado ni muchísimo menos. Sabedor de que nunca se escribió nada de los cobardes, hizo una apuesta ofensiva y valiente en Can Misses, la cual estuvo cerca de dar sus frutos en el tramo inicial del encuentro. Juanito, en el minuto nueve, dio el primer aviso con una jugada personal por el centro del campo que acabó con un disparo a las manos de Wagner. Pasado el primer cuarto de hora, Magno tuvo medio ascenso en sus pies; una pifia de José Rodríguez le dejó solo ante Wagner, quien evitó en su salida el 0-1. La afición respiraba tranquila tras recibir un amago de infarto.
La reacción local no tardó en llegar. En tres minutos, del 21 al 24, estuvo a punto de marcar dos goles, pero el control de Bonilla, primero, se le fue largo cuando se disponía a encarar al meta Cano, quien, después, se lució ante Andrés en el área pequeña cuando la grada ya cantaba gol.
El partido decayó en intensidad y las ocasiones brillaron por su ausencia. Cuando todo hacía indicar que el periodo inicial acabaría en tablas, un balón en largo de Samir lo orientó Julien hacia el interior del área con el pecho para fusilar al portero. El delantero rojillo, que le ganó la partida a los centrales, anduvo en la jugada como Pedro por su casa o, mejor dicho, como Villa por la Eurocopa. Al igual que el ariete del Valencia, el atacante local apareció de la nada en el tiempo de prolongación para llevar la alegría a la grada.
La felicidad se multiplicó por dos cuando, a los tres minutos de la reanudación, Rivelino recibió un pase interior, recortó al defensor y batió a Cano con tranquilidad, la misma que se instaló en el graderío de Can Misses. En el mismo instante que el delantero rojillo disparaba a puerta, por megafonía se estaba anunciando el triunfo de Nadal sobre Djokovic. El deporte balear iba -y va- de la mano.
Sólo un milagro podía salvar de la quema al Arenal, pero no tenía pinta de producirse, menos aún cuando José Rodríguez se elevó entre el muro defensivo azulillo para poner el 3-0 tras un saque de falta de Javi. Partido sentenciado. «Campeones, campeones, oé, oé, oé» era el grito unánime de una afición que aún tuvo tiempo de disfrutar de un final espectacular cuando Samir, desde más de 30 metros, se sacó un zapatazo de la chistera para poner el 4-0 en el marcador y obligar al colegiado a señalar el final del partido. No tenía sentido seguir. Sólo quedaba tiempo para los festejos de un club que ayer dio otro paso adelante.