Carlos Sastre cumplió en los Campos Elíseos el sueño de su vida al proclamarse vencedor del Tour, el séptimo emperador de la dinastía español en la carrera francesa, prueba que cumplió con el trámite de la última etapa disputada entre Etampes y París, con un recorrido de 143 kilómetros, que se adjudicó el belga Gert Steegmans, del Quick Step.
Los Campos Elíseos de París se rindieron ante el nuevo emperador del Tour de Francia, quien se abrazó a sus hijos nada más llegar a meta. Un corredor forjado en la escuela de ciclismo de su padre, su escultor deportivo y principal responsable de que el Tour haya incluido en su libros de historia a un español por tercer año consecutivo y con nombre diferente, algo que no ocurría en la 'grande boucle' desde los 50, con los franceses Louison Bobet, Roger Walkowiak y Jacques Anquetil.
El resultado tenía que llegar después de 10 años de profesional, con un comportamiento intachable y oscuro, al servicio de líderes como Hamilton o Ivan Basso. En su primera oportunidad como jefe de filas Sastre hizo pleno. Respondió a la confianza del director del CSC, hasta el punto de que puso en el casillero español el triunfo numero 11.
Sastre, aclamado también por su mujer, Piedad, y sus dos hijos, se subió a la línea sucesoria de los campeones españoles que empezó Federico Martín Bahamontes en 1959 y que siguieron Luis Ocaña (1973), Pedro Delgado (1988), Miguel Indurain (1991-1995), Oscar Pereiro (2006) y Alberto Contador (2007). «Una victoria que hace justicia con Carlos, que ha sufrido toda la vida para conseguir este sueño», según su progenitor, el hombre que sigue fomentando la cultura y la actividad física desde su fundación de El Barraco.
La fiesta se completó con el maillot verde de Oscar Freire, el primero del ciclismo español en el Tour, valiosa prenda en el cuerpo del triple campeón del mundo que ya apunta a Pekín. El botín del ciclismo español se completó con cuatro triunfos de etapa: Valverde en Plumelec, Luis León Sánchez en Aurillac, Freire en Digne les Bains y Sastre en el Alpe D'Huez. Además Samuel Sánchez acabó séptimo en la general y Valverde el noveno, éste último alejado de su objetivo de luchar por el podio.
En la clasificación, el australiano Cadel Evans (Silence), a 58 segundos, y el austríaco Berhnard Kohl (Gerolsteiner), a 1'13 minutos, escoltaron a Carlos Sastre, quien subió al podio con sus hijos, también brazos en alto.
También subieron al podio parisino el austríaco Berhnard Kohl como rey de la montaña, Andy Schleck como maillot blanco al mejor joven y el CSC en pleno como mejor equipo.
La etapa fue todo un despliegue de buen rollo en el pelotón, que dedicó todo tipo de gestos amables al campeón español. No faltaron las fotos junto al maillot amarillo, el brindis con champán y sobre todos las charlas distendidas. Sastre y Freire, que coincidirán en Pekín, hablaron como si hiciera diez años que no se veían. Otros corredores optaron por ponerse los cascos de los motoristas.
El ambiente se mantuvo al paso por Chatenay Malabry, pero todo fue llegar a los Campos Eliseos y cambiar el decorado. La victoria en París se cotiza alto, sólo hay que ver el palmarés lleno de ilustres. De manera que tocó trabajar duro. Iván Gutiérrez y Xavier Florencio pusieron el pelotón en fila, luego Barredo y el francés Vogondy, pero siempre bajo control de los equipos interesados en la llegada masiva.
El Quick Step, en el último suspiro, justificó su presencia en el Tour con la victoria del belga Geert Steegman, de 27 años, quien ya estrenó su palmarés en la carrera el año pasado en Gante, cerca de su casa. La segunda plaza fue para el alemán Gerald Ciolek y la tercera para Oscar Freire, al que le faltaron fuerzas para echar la rúbrica de oro. En el capitulo de anécdotas se produjo un hecho curioso. Al alemán Jens Voigt se le rompió el sillín a dos kilómetros de meta y hubo de ir de pie, sobre sus pedales, hasta la meta.