Cristóbal Parralo ha irrumpido con mucha fuerza en Santa Eulària. No hay dudas de que el cordobés ha sido un auténtico revulsivo para un equipo que no encontraba el modo de afianzarse en la categoría ni la forma de ganar, sobretodo, a domicilio.
Una de las claves, además del soplo de aire fresco e ilusión que muestra ahora el equipo, se halla en los once futbolistas en los que ha confiado Cristóbal en sus dos primeros encuentros al frente del cuadro peñista. El guardameta Pociello es un fijo en la portería desde su llegada en enero. En defensa hay una gran novedad, la del asturiano Berto Suárez. Un jugador que apenas contaba con el favor de Luis Elcacho y que ha aprovechado las lesiones de Villodre y Buti. Completan la zaga Jonathan Neftalí, nuevo goleador del equipo, el jovencísimo lateral derecho José Miguel Ruiz y el zurdo Antonio Gavilán, recuperado ya de sus molestias físicas.
En el doble pivote continúa el elegante Jonathan Ondina y sus incontables asistencias de gol. Junto a él una grata inclusión en la medular: la del francés Derek Descamps. En banda otro de los nuevos, Àngel Guirado, un jugador de músculo y calidad que va encontrado su mejor nivel de forma. En el otro costado Alberto Heredia, una bala un tanto intermitente, pero capaz de marcar diferencias.
En la punta de ataque pocas variaciones. Tino como enganche, lejos de la línea de cal donde tanto se asfíxia, y David Gallo, un gladiador que aporta un sinfín de intangibles, aunque no demasiados goles.
Estos futbolistas, junto a Raúl Casañ y Adrián Ramos, han convencido al nuevo míster para sacar a la Peña Deportiva adelante. El técnico prefiere ser prudente y apela a la competitividad de la plantilla pero, de momento, el algodón no engaña.