No es un espejismo. Ni un sueño. Ni una racha de suerte. Es la realidad. El Mallorca está reescribiendo su mejor historia a base de triunfos, de una firmeza incontestable en casa -suma nueve triunfos consecutivos- y del mejor botín de su existencia (33 puntos) en una primera vuelta. Unos números de récords que le permiten instalarse en puestos de Champions League y aderezar la marca sellada ayer por Gregorio Manzano, desde ayer el técnico con más partidos (185) dirigidos al conjunto isleño en Primera (2-0)
Y eso que el Deportivo se presentaba como el rival más temible. Como el primer enemigo por encima de los locales que visitaban la Isla y con la cuarta plaza bajo el brazo. Noventa minutos después, el grupo de Lotina finiquitó su paso por Son Moix como los ocho rivales anteriores: con las manos vacías y la cabeza gacha. En este caso, además, cediéndole el bastón de Champions a un Mallorca lanzado que atropelló a su enemigo.
El grupo de Manzano escogió el mejor día para exhibirse. Ante un rival al alza, con el que compartía el cartel de equipo revelación, el Mallorca se conjuró para dar un golpe encima de la mesa.
Como los chef más prestigiosos, cocinó el triunfo a fuego lento. En el primer tiempo, arrinconó a su rival a base de ocasiones. Hasta cinco claras taponó Aranzubía, que evitó la goleada. Tras el descanso, apoyados en los diálogos entre Castro y Borja, el Mallorca desarboló al Deportivo con un torrente de fútbol y dos goles casi consecutivos de Mario Suárez y Chori.
Desde el primer minuto, el Mallorca se arremangó. Se aplicó en sus tareas. Atrás, firmeza y seriedad. Arriba, movilidad y contundencia. Manzano metió de nuevo en la arena a Ramis, en detrimento de Rubén, y el pobler le dio la razón con un partido impecable. También Nunes apagó todos los incendios. En cambio, Mattioni se metió en un lío con una tarjeta tempranera, aunque después mantuvo la serenidad.
La sala de máquinas es para Mario y Martí, un dúo que se complementa a la perfección. El mallorquín barre, mientras el madrileño ayuda en la construcción y se asoma al ataque con peligro.
El doble pivote creó el primer gol. Martí recogió un rechace fuera del área, tras un córner, y su remate pifiado, después de que el balón botara tres veces dentro del área, fue aprovechado por Mario (min. 46) para batir a Aranzubía. Apenas habían transcurrido 45 segundos de la segunda mitad y la justicia, por fin, adquiría plaza en Son Moix. Porque la primera parte fue un baño de juego y de oportunidades. Hubo para todos los gustos, pero faltó fortuna. Julio Àlvarez, especialmente enchufado en el primer tiempo, estrelló un balón en el palo a los diez minutos; Aranzubía firmó dos acciones de portero de balonmano para abortar sendos mano a mano ante Aduriz y Borja Valero; el madrileño dispuso de otra que envió alto y Martí casi marca de falta directa. El Deportivo apenas generó noticias: un chut desviado de Adrián y un barullo dentro del área. Nada más. Le faltó combatividad y le sobró pereza.
El Mallorca abrió el segundo acto provocando un miedo cerval a su enemigo. El gol de Mario despertó tímidamente al Depor y el grupo isleño se tiró a la yugular. Subidos en la moto del Chori y manejados por la brújula de Borja -se intercambiaron las posiciones- el equipo balear disfrutó e hizo disfrutar. Castro convirtió un balón en largo de Aouate en un golazo, después de dejar en evidencia a Manuel Pablo (min. 52) y la grada vivió el tramo final de la tarde entre olés y frotándose los ojos ante lo que estaban viendo. El mejor Mallorca de la historia. Ni más. Ni menos...