Jonás Souto (08-12-2001) sigue sintiendo el Campeonato del Mundo sub-19, cosechado hace justo un año, como si lo hubiera logrado ayer. El ibicenco de origen pontevedrés –se crió en Ibiza desde que tenía un año– ha sido el primer campeón individual que ha dado la isla y nunca olvidará la experiencia vivida en Nicosia (Chipre) el 23 de noviembre de 2019.
—Se cumple un año de su Mundial. ¿Qué se le viene a la cabeza?
—Es un logro que, por mucho que pasen los años, nunca se me va a olvidar. Es el torneo que ha marcado mi carrera de momento y la verdad es que lo sigo sintiendo como si fuera ayer. Es un torneo tan importante que nunca me olvidaré de él por muchos años que pasen. Todavía soy incapaz de reconocer este éxito.
—Todos pudieron ver la final en televisión y sus lágrimas al ganar, ¿pero cómo fue el antes de aquel partido?
—Me tocaba contra un jugador que me había ganado en la final del Campeonato de Europa. Tenía esa espinita clavada. Yo sabía que yo estaba jugando muy bien. Yo era el único que había jugado todos los partidos posibles ya que en primera ronda perdí y tuve que hacer todo el camino por la zona de perdedores, que es más larga. Llegué a la final con una gran confianza y sabía que podía ganar si hacía mi juego, me lo creía y daba todo de mí. Desplegué todo mi juego y salió bien.
—¿Y el después?
—Todo esfuerzo tiene su recompensa y llorar por ganar un Campeonato del Mundo es lo máximo que puede vivir un deportista. Estoy muy contento. Además, sentí la felicidad de la gente de mi alrededor. Fue increíble, una sensación indescriptible, una cosa de locos. Tenía el móvil saturado. No podía devolver tantas llamadas ni responder tantos mensajes porque estaba saturado. Me tiré un día entero en la cama para responder a todo el mundo: familiares, amigos y conocidos.
—¿Qué se le pasa por la mente cuando piensa que es campeón del mundo y lo sigue siendo al no haberse podido disputar una nueva edición por la pandemia de la COVID-19?
—Aunque haya pasado un año, no olvidaré ese momento. Lo siento aún como si fuera ayer y todavía no me lo creo. Al fin y al cabo, yo empecé en esto de chiquitito como una afición en el bar de mi padre y madre, y nunca me habría imaginado llegar a la final de un Campeonato del Mundo y, además, ganarlo. Mi primera medalla europea llegó en mi primer año sub-19 y al año siguiente logré otras tres medallas europeas y el Mundial. He competido siete veces en el Campeonato de Europa entre sub-17 y sub-19 y los resultados llegaron en los dos últimos años.
—¿En qué le ha cambiado la vida desde entonces?
—No ha cambiado en nada. Lógicamente, tengo mucha más motivación y estoy más centrado en el deporte, porque, cuando uno gana un torneo así, el nivel de exigencia te lo pide. Yo voy a seguir siempre igual, con la misma humildad, rodeándome de la gente que me quiere y quiero y, sobre todo, disfrutando de este deporte, tratando de ir a por más. No voy a quedarme sólo con este título. Quiero ir a por más, más y más.
—¿Qué diferencia hay entre el Jonás Souto de hace un año y el de ahora?
—La verdad es que el Jonás de hace un año ya se estaba tomando esto muy en serio. Ya venía de competir en torneos importantes y jugar alguna prueba del Eurotour. Me preparé para los Europeos y salieron muy bien. Me clasifiqué para el Mundial júnior y resulté campeón. Lo que ha cambiado es la forma de pensar y afrontar el deporte y mi carrera. Ahora, entreno muy fuerte para los torneos que se avecinan. Antes no le daba tanta importancia al deporte porque no conseguía títulos, pero, una vez conseguidos, te lo tienes que tomar mucho más en serio.
—Apostó por hacerse profesional. ¿Hasta qué pudo lo ha logrado y en qué medida le ha afectado la crisis sanitaria?
—Yo, ahora mismo, no tengo ningún otro ingreso que no proceda del billar. Tampoco lo llamaría ser profesional porque hago lo que me gusta. Creo que ningún deportista, cuando hace lo que le gusta, lo llama trabajo. Hago lo que me gusta y puedo competir en lo que me gusta. Es una suerte que he tenido. Estoy trabajando para vivir de esto, entrenándome y esforzándome cada vez más, motivándome y con ganas de disfrutar y aprender de este maravilloso deporte. La pandemia, eso sí, ha afectado bastante. Me clasifiqué en febrero para el Mundial absoluto de bola-10 y se acabó cancelando por la COVID-19 estando ya en Las Vegas. Habría sido muy bonito jugarlo. Luego, con el tiempo, se han podido celebrar algunas competiciones y yo estuve bien tras el parón.
—Tras el Mundial júnior, consiguió plaza en el Campeonato del Mundo absoluto de bola-10. ¿Fue la confirmación de su crecimiento?
—¿Confirmación? No. Al fin y al cabo, cada vez que trabajas duro, los resultados llegan solos. Es verdad que llegaron muy rápidamente. De quedar segundo de Europa dos veces pasé a ser campeón del mundo en pocos meses y, después, me clasifiqué para el Mundial profesional en un torneo con una cantidad de jugadores brutal y de un nivel muy alto. No creo que fuese la confirmación de mi crecimiento. Mi crecimiento empezó el día que empecé a disfrutar de este deporte, desde que tenía conocimiento real de lo que es el billar.
—Desafortunadamente, se canceló el Mundial absoluto. ¿Se ve en el próximo?
—Espero que sí, pero eso no se sabe. No se sabe cuándo se celebrará un nuevo Mundial por el tema de la pandemia. Espero que se juegue y me den la oportunidad de disfrutar de un Mundial. No sé si me veo o no, pero estoy seguro de que, si me dan la oportunidad, daré mi mejor nivel e iré totalmente preparado.
—Ya hay quienes dicen que puede comer en la misma mesa que Fran Sánchez, Francisco Díaz y David Alcaide. ¿Qué piensa al respecto?
—Son palabras mayores. Siempre he dicho que son una referencia para mí. Por muy bien que yo lo haga, nunca me veré comiendo con ellos en la misma mesa. Son jugadores a los que siempre he respetado. Son unos billaristas bárbaros. Soy un afortunado por competir con ellos en pruebas nacionales e internacionales. Es una suerte que el nivel de España sea tan alto y poder mejorar en cada competición a la que voy con ellos. Es un orgullo. Si hay gente que dice eso es porque estoy haciendo bien las cosas, pero pienso que son palabras mayores.
—¿Qué objetivos se marca para el futuro?
—A base de esfuerzo y trabajo, las cosas vienen solas. No sé si ganaré un torneo ahora, en tres meses o cinco años. Si sigo trabajando, compitiendo, esforzándome y disfrutando, los resultados llegarán. No sé hasta qué punto y no quiero marcarme ningún objetivo, menos con la situación actual. No se sabe ni lo que pasará mañana como para pensar más allá. Solamente pienso en trabajar y lo demás ya vendrá.
—Hace poco participó en la primera Copa de España de la temporada y terminó quinto. ¿Se ve con opciones de acabar en la selección española absoluta?
—En esta primera Copa estaba todo el mundo un poco frío. Yo conseguí un buen puesto. Quedé quinto. Mi rival en cuartos jugó muy bien y yo flaqueé un poco. Trabajamos para que esto ocurra cuantas menos veces mejor. Antes de esta prueba, yo iba decimocuarto en el ranking y ahora ha pasado al número siete. A la selección van los cuatro primeros. Esto es una carrera de fondo en la que cuentan las cuatro Copas y los Campeonatos de España. Ojalá pueda llegar ahí, pero quedan muchas pruebas por delante y mucho trabajo por hacer.