La debacle copera ha sido para muchos la gota que colma el vaso. Nunca antes se había visto tan indignada a la afición celeste. Las redes sociales eran ayer un mar de críticas hacia un proyecto que se tambalea. Lo que se dibujaba como un año ilusionante se ha tornado preocupación. Los sueños son ahora pesadillas.
El nivel reflejado en Quintanar del Rey fue muy bajo. Un equipo diseñado para ascender apenas pudo hacerle daño a unos de los colistas de Segunda RFEF. Un equipo que sólo había ganado un partido y que llevaba cuatro goles a favor fue el que infligió el tercer castigo consecutivo en Copa a una afición que empieza a estar harta.
Quintanar del Rey, Conquense y Villanovense son los verdugos que han convertido una competición que antes ilusionaba, con las mejores noches de la corta historia celeste, en un dolor de muelas. En la previa del encuentro, entre los aficionados celestes, muchos se olían lo que podía pasar y el olfato no les falló. Si el balón al larguero de Bebé hubiese entrado, tampoco hubiese limpiado la mala imagen. No nos engañemos, el equipo ofrece muy poco, prácticamente nada.
De esto tiene poca culpa Miguel Álvarez, que acaba de llegar. Poca, por no decir ninguna. Lo que tiene es mucho trabajo por hacer para levantar a un equipo que en estos momentos no tiene alma. Para espolear a unos jugadores que están cobrando mucho más de lo que dan en el campo. Los nombres –y en este equipo quizás haya demasiados– en las camisetas no juegan. Bien se lo demostraron los modestos jugadores del Torremolinos con un repaso que probablemente hizo sentir más vergüenza a los aficionados que a los propios futbolistas celestes. Ya que de ser así, al menos hubiesen corrido.
Poco consuelo
Lo que sí me parece recriminable al nuevo técnico es el conformismo que dejó en rueda de prensa tras la eliminación contra el Quintanar. Entiendo que busque algo a lo que agarrarse, pero a veces es más fácil decir la verdad: que el equipo no estuvo a la altura de lo que representa, antes que sacar una retahíla de tópicos: rival motivado, campo sintético, afición que aprieta… Vamos, que jugaron un partido de fútbol. Sinceramente, es preocupante que el rival juegue más motivado, y tiene una mala solución.
Triste me parece también querer destacar la mejoría en defensa. «Nos han generado pocas transiciones», dijo. Poco consuelo que, con perdón, pero los números así lo dicen, uno de los peores equipos de Segunda RFEF te haya generado poco. Generó lo suficiente para eliminar a la UD Ibiza. Ese es el resumen.
Un error que se repite
Mirando hacia más arriba, los problemas de los últimos años se siguen repitiendo. Se hace bueno eso de que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra. En los tres últimos años, podríamos ir más atrás con Nolito, pero no hace falta. Los tres últimos proyectos destacan por una cosa. Cuando la Udé empieza a fichar, a la isla empiezan a llegar nombres de jugadores de Segunda División. Nombres de jugadores llamados a marcar las diferencias. Nombres que asustan cuando los pones juntos. Pero asustan en el papel, porque en el campo son muy pocos los que han dado el nivel que se les presupone.
Tiempo queda para revertir la situación, para que demuestren que pueden elevar sus prestaciones. En estos momentos parece que en este equipo sobran nombres y falta gente con hambre.
Todo eso se refleja en que el equipo sufre y tiene problemas en casi todas las fases del campo. Les cuesta generar ventajas con el balón. Hay poca movilidad y prácticamente queda todo a la espera de que aparezca un destello de calidad. También en defensa hay muchas carencias. Falta físico para hacer una presión alta y, cuando el rival rompe esa primera línea, encuentra demasiados espacios ante un equipo desarbolado. Lo dicho, Miguel Álvarez tiene mucho trabajo por delante y habrá que tener paciencia y confianza en un técnico que si algo tiene es experiencia.