El británico Mark Cavendish, del Columbia, firmó su tercera victoria en la Vuelta tras imponerse con autoridad al esprint en la decimoctava etapa de la Vuelta disputada entre Valladolid y Salamanca, de 148,9 kilómetros, jornada de transición que le permitió al italiano Vincenzo Nibali (Liquigas) retener sin problemas el maillot rojo de líder.
Volvió el esprint, volvió Cavendish, fiel a la cita. La montaña y la cronometrada de Peñafiel escondió a los guepardos en la trastienda de la Vuelta. Pero llegó la llanura castellana y Cav firmó un «hat trick», de nuevo con superioridad, como en Lleida y Burgos. Dejó con la miel en los labios al argentino Juan José Haedo (Saxo Bank) y al portugués Manuel Cardoso (Footon), todos con el mismo tiempo de 3h.27.11, en una jornada que se disputó a una media de 43 kms/hora, con el nerviosismo en el pelotón ante la posibilidad de que apareciese el temido viento lateral.
En Salamanca la lumbrera fue Cavendish. El corredor de la Isla de Man sacó otro sobresaliente en materia de velocidad. De nuevo lanzado por su escudero de lujo, el australiano Matthew Goss, que le deja el balón «en la boca del gol» para empujarlo, el doble campeón del Mundo de en pista (2005 y 2008) aprovechó para apuntarse la undécima victoria de la temporada y la quinta de su equipo en la presente edición de la Vuelta.
Suma y sigue Cavendish, el hombre que estrenó el maillot rojo de la Vuelta en Sevilla tras la contrarreloj por equipos. Tres victorias en la ronda española, cerca de las 5 del Giro, pero aún lejos de las 15 del Tour.
«Una victoria trabajada en un día duro para el equipo, que utilizó tres corredores para anular la escapada y en los últimos 500 metros cambié hasta 5 veces de piñón», dijo Cav, que acudirá al Mundial con la intención de probarse el maillot arco iris.
Una etapa de transición en espera de la decisiva etapa del sábado con final en la Bola del Mundo que obligó a trabajar a los favoritos, ya que el ritmo fue elevado, pero que no alteró los puestos de la general.
El italiano Nibali subió al podio un día más a ponerse el maillot rojo, después de «una etapa que no ha sido tranquila, ya que era corta y nerviosa, con miedo por si aparecía el viento lateral». Conservó los 38 segundos sobre Ezequiel Mosquera (Xacobeo Galicia) y 1.59 respecto al eslovaco del Columbia Peter Velits.
La etapa entre Valladolid y Salamanca era un día para que los esprinters se volvieran a lucir tras el paso por la montaña y la contrarreloj de Peñafiel. El pelotón permitió una fuga inicial con 8 corredores, Estrada y Toribio (Andalucía), Pichot (Bouygues), Urtasun (Euskaltel), Benitez (Footon), Pietropolli (Lampre) y Kaisen (Omega), Roels (Milram).
Aventura condenada de antemano, pues el pelotón nunca permitió una ventaja superior a los 2.40 minutos. El Columbia de Cavendish y el Garmin de Farrar ejercieron su responsabilidad tirando del grupo, sobre todo el primero de ellos, que tuvo que sacrificar hasta tres hombres para mantener a raya a los fugados para luego condenarlos al fracaso.
A 50 kilómetros de meta la entrada del viento lateral puso sobre aviso al pelotón, con el Caisse d'Epargne y el Liquigas del líder Nibali a la cabeza. La acción de Eolo era temida por el pelotón.
Un pulso de 8 contra el resto que finalizó a 13 kilómetros de meta por el elevado ritmo del Columbia, que ya estaba iniciando las maniobras de aproximación a Salamanca, en busca del esprint masivo.
Antes de que se cumpliera el guión establecido intentó el despegue el belga Gilbert, el hombre que ganó la tercera etapa en el Castillo de Gibralfaro. Apareció en cabeza el Liquigas en busca de una llegada propicia para Daniele Bennati y más tarde el Quick Step imprimió tal ritmo en los últimos 1000 metros que despejó la disputa del esprint.
Con la pancarta de llegada a tiro de piedra apareció Goss con su fuerza brutal. Desbrozó el camino para que su jefe levantara de nuevo los brazos en vencedor, que ya tiene el tres en la Vuelta. Camino de la «manita» del Tour. Todo normal a la orilla del Tormes.