El atleta etíope Haile Gebrselassie ha sido galardonado hoy con el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes tras imponerse en la votación final del jurado, reunido en Oviedo, al futbolista Raúl González.
Tras las primeras deliberaciones de ayer del jurado quedaron finalistas para hoy, además de Gebreselassie y el futbolista Raúl González, el equipo español de natación sincronizada, la ciclista francesa Jeannie Longo y la candidatura conjunta de los montañeros Edurne Pasaban y Reinhold Messner.
Gebrselassie, leyenda viva del atletismo, tiene garantizado un espacio en los anales del primer deporte olímpico no sólo por su condición de mejor fondista de la historia, sino por haber llevado su carrera al grado máximo de profesionalidad.
Desde los tiempos de Carl Lewis, el atleta más laureado de la historia olímpica, ningún competidor como este pequeño etíope ha sabido compatibilizar la excelencia en los resultados con una rara habilidad para triunfar en las relaciones públicas y en los negocios.
Su sonrisa diáfana, dejando ver su radiante dentadura en un rostro arrugado, podría servir de portada a una nueva era del atletismo en la que figuras como él han dignificado la profesión y amasado, de paso, grandes fortunas.
Con dos medallas de oro olímpicas y cuatro títulos mundiales en 10.000 metros, además del vigente récord mundial de maratón (2h03:59), Gebrselassie está a punto de clausurar su trayectoria deportiva. De hecho, amagó con la retirada en noviembre pasado, deprimido después de abandonar, lesionado, el maratón de Nueva York, pero su agente, Jos Hermens, le convenció para que aplazara su adiós hasta después de los Juegos de Londres 2012.
Cuando Gebre se retire definitivamente, se habrá ido la sonrisa del atletismo, un hombre de 1,63 metros de estatura, 55 kilos de peso y unas desproporcionadas largas piernas que -se bromea en el mundillo atlético- le cuelgan directamente de las axilas.
Gebre nació en Arsi (Etiopía) el 18 de abril de 1973, hijo de un granjero en una familia de diez hermanos.
Cuenta la leyenda que desde muy pequeño acudía corriendo a la escuela, situada a 10 kilómetros de su casa. No es extraño, por tanto, que sus mayores éxitos hayan sido en esta distancia, archivada en el disco duro de su memoria.
Desde las primeras carreras que disputó empezó a ser reconocido como «Neftenga» (El Jefe). Tal era la superioridad que demostraba.
En 1992 se proclamó en Seúl campeón mundial júnior de 5.000 metros y desde entonces se construyó, a base de títulos y victorias, una sólida reputación como fondista. Su combinación de resistencia y esprint le convertían en imbatible en distancias comprendidas entre los 1.500 metros y los 10.000.
En 1993 obtuvo en Stuttgart su primer título mundial absoluto de 10.000. El keniano Paul Tergat (pentacampeón mundial de cross), al que una y otra vez derrotaba en el esprint final, llegó a convertirse en su víctima predilecta pero también en su amigo.
Los récords mundiales comenzaron a caer de su lado a partir de 1995, tanto en 5.000 como en 10.000. El primero lo batió en Hengelo (Holanda) con un tiempo de 26:43:53 en los diez kilómetros, y ese mismo año estableció el de 5.000 con 12:49.39.
Entre 1993 y 1999 obtuvo cuatro títulos mundiales en 10.000, el último en Sevilla.
Como ya tenía también dos medallas de oro olímpicas, siempre en los 10.000 (Atlanta'96 y Sydney 2000), y por detrás empezaba a descollar su joven compatriota Kenenisa Bekele, que le batió en los Mundiales de París 2003, Gebre decidió pasarse al maratón, a las carreras sobre asfalto.
Le costó adaptarse a la distancia y a la superficie dura de las carreras en ruta. Los expertos aseguraban que su forma de correr, levantando mucho las rodillas, le impediría triunfar en maratón, pero se equivocaron. El 28 de septiembre del 2008, en Berlín, se convirtió en el primer atleta que rompía el muro de las 2h04 (2h03:59), rebajando en 27 segundos su propia plusmarca. Era su récord mundial número 25, y nadie ha podido batirlo desde entonces.
Gebre no quiso competir por el título olímpico de maratón en Pekín, alegando que la contaminación era peligrosa para su asma, y también se le ha resistido el cross. Pese a que lo ha intentado, nunca pudo conquistar el título mundial sobre el barro.
Con 38 años y problemas en las rodillas, «El Jefe» se dispone a vivir su última temporada en activo, aunque en el último año haya reducido sus competiciones a la mínima expresión.
A lo largo de su asombrosa carrera de 17 años ha amasado una gran fortuna (ha llegado a cobrar un millón de dólares por un solo maratón), y ahora dedica gran parte de su tiempo a los negocios en su oficina de Addis Abeba.
Gebre conserva los récords mundiales de 20.000 metros (56:26.0), la hora (21,285 metros), 10 kilómetros en ruta (27:02) y maratón (2h03:59) y en 1998 fue elegido atleta mundial del año.