Guillem Cladera, director de la Fundación Natzaret, acaba de ser exculpado por un juzgado de Instrucción de una denuncia por abusos sexuales formulada por una educadora de es Pinaret en su contra. El menor supuesta víctima negó cualquier comportamiento inapropiado. Tras más de un año apartado de la fundación
¿Está más aliviado o enfadado por la situación ?
— Estoy aliviado, el enfado ya lo pasé en octubre de 2018. Ahora ha llegado lo que pensaba que tenía que llegar, que no hay causa. Ni siquiera he tenido que declarar, pero el sistema es muy lento para que a uno le digan: no pasa anda. Pensaba que sería mucho más fácil poderlo aclarar.
¿Piensa regresar a la Fundación Natzaret?
— Sí, esta semana voy a iniciar los trámites para regresar a la fundación, por supuestísimo.
¿No se le han quitado las ganas de trabajar con menores?
— No, me he sentido muy respaldado por todos los menores que han pasado a mayores. Chavales destutelados y chavalas destuteladas que han pasado por Natzaret y que me han apoyado hasta el último minuto.
¿Entiende lo sucedido tras la denuncia de una trabajadora?
— Entiendo que somos dos mundos diferentes, que en protección trabajamos de una forma y que reforma trabaja de otra. Esos malentendidos se podrían haber arreglado en una mesa entre técnicos, entre profesionales y se optó por otra fórmula. No tengo mucho más que buscar. No voy a perder ni cinco minutos de mi tiempo en el pasado de esta historia. Tengo muchas cosas que hacer.
No había pasado por nada similar antes.
— Nunca. De hecho, mi relación con la Justicia es que hace doce años que soy juez de paz en Alaró. No puedo entender cómo ha pasado.
¿El sistema se excede o se queda corto en estas denuncias?
— La alarma funcionó, no se si en exceso pero para el joven, que se le cambió de centro y pasó por entrevistas de la Uvasi. Se le complicó mucho la vida a este chaval. Yo nunca tuve una orden de alejamiento de nadie, directamente a mí no se me ha mandado un solo requerimiento. Mi impresión es que es todo muy lento. Tienen a una persona durante 14 meses sin saber qué va a ser de su vida. Yo opté por una opción profesional que no tiene que ver con menores como la restauración. La palabra es lento. En Fiscalía de Menores estuve un año sin que me dijeran nada y estar así es muy complicado.
¿Le ha sorprendido el escándalo por casos de menores tutelados en situaciones de abuso?
— Me sorprende cómo se trata el tema. Desgraciadamente en el tema de menores en protección, menores que han sido captadas para prostituirse o que consumen no es nuevo. Que cuanto más sumemos todos para que no se produzca... estoy de acuerdo. Pero ahora parece que salta la alarma y me horroriza cómo se trata el tema, como si todos los menores que se tratan en centros fueran consumidores o se prostituyeran. Hay muchísimos casos de éxito de vida de chavales con situaciones muy duras en centros y que consiguen tener una vida de éxito. Ese tono estigmatizador de que todos los chavales de centro están en ese mundo, para nada. Sí hay un tanto por cierto, es verdad, pero también con chavales que no están en centros. No estigmaticemos los centros, tenemos un problema como sociedad, pero no solo en los centros de menores.
¿Se desconoce el trabajo de los centros?
— Podemos analizar si es más fácil que menores en situaciones de vulnerabilidad caigan en esto, pero cualquiera que no tenga relación con los centros puede pensar que todos menores acogidos se prostituyen o roban y eso no es verdad. Yo apostaría porque son más los casos de éxito, chavales que son empresarios, que son educadores y estuvieron en centros y que son magníficas personas y en la edad adulta, magníficos profesionales.
¿Son situaciones que se dan en otros sitios?
— No podemos contaminar a la gente. Estos chavales también leen la prensa y eso les duele, duele un montón. Ya tienen que ir sin contar con el apoyo de sus familias, como para que les hundamos un poco más. Por supuestísimo que no son situaciones exclusivas de Mallorca o de Balears y parece que somos lo peor del mundo. No señores, a través de Natzaret estamos en redes nacionales e internacionales y ese conflicto lo tenemos en todo el país.
Con su caso archivado, ¿con qué se queda de este proceso?
— Quiero ser capaz de responder al apoyo que me ha dado todo el mundo. En mi pueblo y a nivel de entidades sociales. Cuando hablé con mi abogado, Pedro Horrach, al principio me pidió que le llevara por escrito personas que me pudieran apoyar. En cinco días le llevé 400 cartas firmadas. Nunca hubiera descubierto lo afortunado que soy de tener la gente que tengo a mi lado.
¿Cambiará su modo de actuar?
— En el vínculo que establecemos, nos eligen más los chavales a los educadores que al revés. Tendré que medir, como mecanismo de autodefensa, aunque no lo quiera.