Los estereotipos, los prejuicios y la discriminación por razones de edad empiezan a quitarse el polvo de tabú que todavía les recubre. Un seminario de la asignatura del grado de Enfermería sobre los cuidados en el adulto mayor pone cada año el foco en las microviolencias que sufren las personas de más de 65 años.
Durante dos semanas, cada grupo construye su propia visión sobre la violencia y lo visibiliza a través de las redes sociales con unos códigos comunicativos propios de su edad. El problema más recurrente y a la vez más silenciado es la infantilización de los mayores.
«Al fin empezamos a identificar una práctica tan negativa como el machismo», advierte el profesor responsable del seminario, Antonio González.
«Estamos acostumbrados a esta pérdida de rol más allá de la jubilación», explica. «Pero imagina que has estado en un puesto de poder, de repente te jubilas y con el tiempo te infantilizan hablándote como si fueras chico, a mentes que son brillantes», reflexiona.
Su departamento ha realizado un vídeo ex profeso: «¿Notas que te miran raro cuando vas a un evento?», se preguntan, porque a veces a los mayores se les hace sentir desubicados. «Esta infantilización, que puede parecer algo positivo y está muy interiorizada, habrá a quien le guste pero es insultante y acarrea el minar la personalidad de la persona con cuidados maternales que al final imponen un rol de inferioridad», denuncia.
Los alumnos trabajan en las redes para contribuir a visibilizar este rechazo, sin embargo, en la tercera edad se dan otros muchos tipos de violencia y cada uno puede darle la perspectiva que quiera.
Ciudades amigables
El urbanismo puede convertirse también en el peor enemigo de la gente con movilidad reducida, algo que pasa en muchos casos con la edad avanzada. Se trata de otro tipo de «violencia institucional, y estructural, bastante arraigada». Y es arraigada porque muchos de los ciudadanos ni siquiera la contemplan. A veces tampoco los mismos técnicos que proyectan la reforma de la ciudad. «Un ejemplo es la plaza de España de Palma: no hay puntos de agua, ni de sombra, sin apenas bancos desocupados, además que es resbaladizo o con un carril bici sin apenas señalizar. Esa plaza esta hecha para que la ciudad pase, no para que la habite», describe González. «Palma es poco amigable con la gente mayor, sobre todo en lugares que son necesarios para pasar».
Otro ejemplo se encuentra en los adoquines de la plaza de Cort, «una idea maravillosa, pero para los carruajes del siglo XVI, no para quien necesita de un andador para caminar», añade.
La campaña de redes entre los más jóvenes es una manera de afrontar las microviolencias en la gente mayor, porque según este enfermero, experto en la materia, el cambio empieza en uno mismo y en su comunidad.