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Coronavirus

Las enfermeras denuncian ansiedad y estrés por el colapso en los centros de salud

Piden paciencia y empatía a los pacientes que, a causa de los retrasos, protagonizan más capítulos de agresión al personal

No pueden aglomerarse dentro, por lo que es habitual ver a los pacientes haciendo cola frente a los centros de salud, como ayer en s’Escorxador. Según una de las enfermeras consultadas hay gente con patología respiratoria que ha llegado a esperar una hora y media. | Sabrina Vidal

| Palma |

Llueve sobre mojado en el contexto epidemiológico y el impacto de la sexta ola se nota en los esfuerzos del personal sanitario, sobre todo, de los centros de salud de Balears, donde denuncian cansancio, estrés y ansiedad por el colapso diario de atención a los pacientes respiratorios. «Después del puente de diciembre empezaron a subir mucho los casos de COVID. Si en una época tranquila llamábamos a unas 50 personas, ahora cada mañana son entre 180 y 200», explica Ana Company, enfermera de un ambulatorio de la zona de Migjorn.

En su centro hay un refuerzo de dos trabajadores para asumir los contagios pero «no dan abasto», explica. Company cree que la situación de «carga abrumadora de trabajo» es común a toda la isla y advierte de que, tras casi dos años de pandemia, «estamos muy cansados, con ansiedad, insomnio, bajas por depresión... los nervios están a flor de piel, ni siquiera nos hablamos bien entre nosotros. No lo soportamos más», cuenta.

En el centro de salud de Son Rullán, en Palma, sólo hay una persona para atender los casos de COVID. «Al final nos hemos tenido que volcar en ayudar a los pacientes respiratorios, además de seguir con nuestras tareas», añade Cristina Elías. «Entre consultas presenciales, llamadas de información o derivaciones de InfoCOVID, que están saturados, la cola de pacientes sale del centro de salud», reconoce. «El otro día hubo un momento que tuve que salir a respirar, se me salían las lágrimas porque ya no podía más. Y estamos todos así», asegura, al igual que su compañera. Elías explica que hay ciudadanos que esperan entre una hora u hora y media para que le vean en la consulta de respiratorios, «la gente se desespera pero es que solo hay uno... Los demás vamos ayudando».

A la población les piden paciencia, que cuando tengan una sospecha se aíslen e intenten no saturar las líneas «porque habrá pruebas y baja laboral, pero con calma, porque son muchos», señala Ana Company. «Pedimos respeto a los usuarios porque llevamos dos años así y, a mí misma, tras dos horas de llevar un epi y haciendo pruebas antígenos, que el último paciente me grite, me quema». Ambas reconocen que la situación es complicada «para todos» y piden empatía, porque «no es que no les queramos coger el teléfono», advierten.

Eso mismo le está sucediendo a Máximo De Alzaga y a su pareja, embarazada. Ambos son positivos en COVID y no consiguen contactar con el teléfono especializado, que comunica de forma permanente. «El problema es que no nos dan alternativa y el servicio es deficiente. Hemos llamado al hospital y de nuevo nos derivan a InfoCOVID, sólo nos quedará ir a Urgencias», se queja. Por su parte, Cristina Elías, declara:«entiendo a la gente que no se encuentra bien pero el personal hace lo que puede, pedimos empatía y comprensión por parte de la población, lo último que necesitamos es una agresión o que nos griten y nos traten mal porque nos sobrecarga más, y no podemos ir más rápido».

Ambas profesionales piden también al IB-Salut «que valore algo más nuestro trabajo porque las buenas palabras no compensan, no quitan ni el estrés, ni el miedo a ir a trabajar porque no sabes cómo acabarás hoy». El secretario general del Sindicato de Enfermería, Jorge Tera, recuerda, además, que antes de verano se propusieron unas medidas para paliar la sobrecarga y «nadie nos escuchó». Tera incide en que ahora no hay centros de vacunación, ni COVID exprés, «con lo que todo lo que hacían en los puntos externos ha pasado a los centros de salud y el volumen de trabajo se ha desbordado». Se han adoptado medidas y flexibilizado protocolos pero el volumen es muy elevado y «cuando un sistema se sobrecarga y no tienes soluciones la gente arrambla con el que tiene delante», lamenta.

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