«Es histórico». Son las primeras palabras de Cati Gallardo al descolgar el teléfono para esta entrevista. Acaba de recibir la sentencia del primer juicio celebrado en España por las secuelas derivadas del consumo de Depakine (un fármaco para la epilepsia) durante el embarazo. La resolución, de primera instancia, le da la razón y condena a la aseguradora de la farmacéutica Sanofi a pagar 1.300.000 euros a su hijo, David, que nació con una fetopatía relacionada con la exposición al ácido valproico que lleva el medicamento.
Consciente de que a la sentencia le queda recorrido, pues se prevén recursos, Gallardo celebra «el reconocimiento que nos han hecho». En este aspecto, «yo ahora mismo el tema económico todavía no lo considero una victoria, pero aunque perdiéramos ante el Supremo para las mamás es una victoria porque el sentimiento de culpa duele mucho», añade. «El hecho de que te reconozcan que te han ocultado la verdad te libera». David es uno de los cuatro demandantes que pedían una indemnización a la farmacéutica por los daños sufridos a causa del consumo de ácido valproico cuando fueron gestados. En su momento, defienden, ni el prospecto y, consecuentemente, tampoco los especialistas, advertían de los posibles efectos sobre los fetos.
David desarrolló un trastorno del espectro autista, sordera, y varias malformaciones. «Mi lucha con él empezó hace 18 años, pero para sacarlo adelante porque estaba muy afectado. Yo en ese momento me sentí como la única tonta del mundo a la que le había pasado esto, me había tomado un medicamento que me decían que podía tomar y le causé esto a mi hijo. Pensaba: cómo he podido ser tan idiota, se lo he hecho yo», recuerda Gallardo.
La lucha legal empezó en 2012, «una persona me dijo que en Francia hay muchos casos y me puse a buscar por internet. En seguida los encontré», añade. Con la Asociación de Víctimas por Síndrome de Ácido Valproico (Avisav) han conseguido cambiar el prospecto pero advierten de que todavía se podrían producir casos. «No sabemos cuántos afectados hay en Balears pero hay. En la asociación hay uno de 3 años, cuando yo hace 18 que sabía que esto podía pasar».