El cáncer es la segunda causa de muerte en Baleares, solo por detrás de las enfermedades cardiovasculares. Y el más letal de todos es el cáncer de pulmón: 500 fallecidos en las Islas de los 650 casos que se detectan anualmente, casi un 75 %. La Mesa de Salud organizada por el Grupo Español de Cáncer de Pulmón, en colaboración con el laboratorio Bristol Myers Squib y el diario Ultima Hora, aborda la incidencia y el tratamiento de esta patología, su impacto sanitario y socioeconómico, las medidas de prevención y, por supuesto, el determinante papel del tabaco y de su situación legal.
«El cáncer de pulmón es uno de los tumores con la prevención más fácil: dejar de fumar». La doctora Sefa Terrasa, jefa del servicio de Oncología de Son Espases, se sirve de la contundencia de las cifras para respaldar esta afirmación: el 90 % de los casos están relacionados con el tabaco y el perfil tipo hace tiempo que ha dejado de ser el de varón mayor de 60 años. «Estamos viendo muchos casos en gente joven y también entre mujeres. Las cosas están cambiando para peor».
La buena noticia es que mientras el cáncer de pulmón se propaga como una mancha de aceite también crece el conocimiento sobre el mismo y el arsenal terapéutico puesto a disposición de los profesionales para combatirlo. Tanto es así que, poco a poco, ha ido transformándose en una especialidad atractiva para los profesionales. O en palabras de Terrasa, «ha dejado de ser el patito feo». El Dr. Juan Coves, oncólogo de Son Llàtzer, se refiere precisamente al crecimiento de ese arsenal terapéutico como una condición sine qua non para que «se haya convertido en una patología bonita de tratar; antes no había tratamientos y nadie lo quería y ahora pasa lo contrario». No obstante, advierte de que el incremento del interés no se traducirá en un descenso en picado de la letalidad del tumor. «Tardaremos en ver resultados porque la mortalidad es la que es».
Por otro lado, si bien el conocimiento sobre el cáncer de pulmón y las herramientas para su tratamiento han aumentado en los últimos años, su condición de enfermedad tabú o estigmatizada sigue presente. «Continúa siendo una patología muy proscrita, el pensamiento típico de ‘te lo has ganado por fumar'». Coves pone el dedo sobre la llaga de la estigmatización que sufre este tipo de paciente, como si se le colocara en el vagón de cola de las prioridades sanitarias por haberse buscado su propio mal. Y eso que «si alguien tiene un infarto por el tabaco nadie lo estigmatiza por fumar», señala al tiempo que lanza esta reflexión: «todo el mundo sabe que el lazo rosa es del cáncer de mama pero nadie sabe qué color se utiliza para el de pulmón».
«No hay que convertir al fumador en un culpable», afirma el Dr. José Reyes, presidente de la Asociación Española contra el Cáncer en Balears. Tampoco hay que obviar que un 10 % de los casos detectados son de gente que no ha fumado en su vida. Es más, la Dra. Ana María Martínez de Castro, oncóloga del Mateu Orfila de Menorca, asegura que «cada vez diagnosticamos a más pacientes que nunca han fumado» y que en estos casos el impacto psicológico es enorme. La directora general de Salut Pública, Maria Antònia Font, apunta al componente educativo como uno de los medios más eficaces para contener el problema desde su base. «La clave es evitar el inicio del consumo en una etapa vital complicada como la adolescencia», señala para calificar de decisivas circunstancias como que al menor se le permita o no fumar delante de sus padres. En ese sentido, Font destaca avances en cuestión de tabaco, pero un retroceso con el alcohol. «Estamos haciendo un buen trabajo con el tabaco y hemos de incorporar el alcohol».
Asimismo, incide en la importancia de adquirir hábitos saludables –buena alimentación, ejercicio, limitación o eliminación del consumo de alcohol y tabaco...– no solo como medida preventiva, sino también como una garantía de que la enfermedad se afrontará de otra manera si se llega a presentar. «Cuanto mejor nos encontremos cuando nos diagnostiquen mejor será la respuesta al tratamiento». En cualquier caso, el tabaquismo ha ido mutando en forma y pelaje en los últimos años, como si se tratara de un virus que se adapta a un entorno hostil para levantar menos alarmas: la aparición del vapeo o el auge del tabaco de liar son dos ejemplos. Coves alerta de que «no conocemos todavía los efectos del vapeo sobre la salud», mientras que en el caso del tabaco de liar goza de una falsa apariencia de menor toxicidad: «cada vez más gente joven fuma tabaco de liar sin filtro y no sabe que eso aumenta los carcinógenos».
Dejando de lado el problema del tabaco, todos señalan la prevención primaria como el siguiente eslabón verdaderamente fundamental en la lucha contra el cáncer de pulmón. Los cribados poblacionales continúan siendo muy complicados, de modo que «lo único que podemos hacer es insistir en los síntomas de alarma». ¿Cuáles son esos síntomas? «El primero que diría es lo típico que se ve en las películas: el hilo de sangre al toser», explica Martínez de Castro. «Pérdidas de peso, cansancio... Muchos pacientes detectan esos síntomas y piensan que ya pasarán». Un error absolutamente letal, subraya, puesto que «estamos avanzando en la curación de casos pero sobre todo se trata de estadios tempranos de la enfermedad». Un diagnóstico temprano es crucial en un tumor con una nivel de agresividad tan grande. «Muchos pacientes llegan en una situación tan delicada que no podemos ni tratarlos», lamenta Terrassa. En esos estadios avanzados, «necesitamos una buena biopsia», apunta para explicar que un problema añadido para la detección temprana es que a diferencia del cáncer de mama o el de colon con la broncoscopia no es posible llegar a la mayoría de tumores pulmonares.
Con todo, la posición de España y en Balears por lo que respecta a la preparación contra estos tumores no es precisamente de retaguardia. «Hablamos de tratamientos punteros a nivel mundial: hemos luchado mucho por disponer de fármacos y terapias novedosas», asevera Coves. A los avances en biología molecular o la inmunoterapia cabe añadir la implantación de prácticas como la discusión de cada caso en los comités de médicos, lo cual incrementa de manera significativa las posibilidades de supervivencia. Los oncólogos coinciden en que si hay algo a mejorar en cuanto a funcionamiento de la logística sanitaria esas son las trabas burocráticas que lastran el avance médico. «Nos quejamos de la lentitud: en España se tarda demasiado en aprobar fármacos y tampoco puede haber inequidad entre comunidades autónomas», afirma Terrasa. Coves apuntala esta visión al señalar que «cada vez son más los fármacos que pasan por los filtros del Ministerio de Salud y luego el acceso a ellos es muy complicado».
Como presidente de la AECC en Balears, Reyes responde tendiendo una mano para ayudar a agilizar esos trámites y aportar cualquier medida de soporte con temas burocráticos. Por su parte, Font incide en la necesidad de potenciar sinergias, tanto con la Administración como entre los propios equipos médicos, sobre todo entre diferentes especialidades. Esa ha sido, a su juicio, una de las lecciones de la COVID. «La pandemia nos demostró que estamos demasiado compartimentados: hemos de reconsiderar la forma de relacionarnos y sentirnos parte del mismo equipo». Por otro lado, uno de los aspectos más a menudo ignorados es el del impacto socioeconómico de la enfermedad en quienes la padecen, especialmente entre aquellos sin familia. Por ejemplo, en el caso del cáncer de mama, un estudio habla de 50.000 euros de impacto en cada persona sumando costes de tratamiento y pérdida de ingresos. Un 35 % de los pacientes ha llegado a perder su trabajo. Esas situaciones se repiten y se agravan hoy día, ya que «las familias son cada vez más reducidas». En ese contexto, Reyes insiste en que «se necesita un mayor soporte económico, psicológico y social». Coves asiente y señala que «tengo pacientes que han tenido que emigrar porque ya no pueden costearse una vivienda en Balears».