Su agenda está siempre ocupada, quizá por eso ha decidido echar el freno. En el año en que se convocan elecciones al Col·legi de Metges, José Manuel Valverde (Madrid, 1956), anuncia que no se presenta y que, justo después, se jubilará de su consulta en el centro de salud Martí Serra de Marratxí, en Mallorca, de cuyos pacientes ha empezado a despedirse.
¿Sabrá jubilarse?
—Tengo planes. No sé estar quiero. Yo soy funcionario nacional del cuerpo de médicos titulares y me podía jubilar con plena retribución a los 60, con lo que llevo seis años por encima de mis necesidades. Lo hago ahora porque han sido dos años terroríficos. Hemos pasado mucho miedo e incertidumbre. He pasado de ser un médico cercano a convertirme en un telefonista. Además, he asumido la presidencia del colegio, que ha sido todo un honor y como un broche en mi carrera profesional.
¿Cómo deja el Colegio de Médicos tras un año y medio?
—Sin ser pedante, yo he hecho de médico y estamos para curar. Me encontré un colegio muy bien dirigido pero con problemas. Como no era momento de hacer grandes cosas me he dedicado a lo pequeño, como cambiar el sistema informático, llevar toda la información del colegio a la nube, o hacer una web bilingüe, que estaba solo en castellano. Dejo un colegio sin papeleo.
¿Es el catalán un problema en la salud pública?
—No debería serlo. Llegué en el 82, llevo 40 años aquí y jamás he tenido un problema lingüístico. Me expreso en castellano porque me tengo que traducir y pierdo velocidad, pero cuando he tenido un paciente que no me entendía le he hablado en catalán. Que haya alguien mal atendido o vejado por el uso del idioma no es lo habitual.
¿Cómo han vivido la pandemia en las consultas de Primaria? Mucha gente siempre dice que los centros de salud están vacíos?
—Fue lo contrario y fue indignante. Primaria ha sido la barrera de contención que ha hecho posible que los hospitales no se saturasen. Asumimos el 85 % de los pacientes que no requirieron hospitalización desde el minuto cero. Nos dijeron de un día para otro que empezábamos con consultas telefónicas, para las que no estábamos en absoluto preparados. En mi centro de salud había cinco líneas para que la gente llamara para pedir cita y se quejaron porque no cogían el teléfono. Yo tiré de mi móvil. En los primeros quince días me costó la broma 65 euros de mi bolsillo.
También utilizó Facebook.
—Es que desaparecieron los cupos y teníamos una media de 300 o 400 llamadas diarias que había que atender por orden, a gente que no te conoce de nada. Nos adaptamos rápidamente pero mis pacientes se me quejaban vía messenger. Yo tenía 50 llamadas en el trabajo y en casa otros 50 mensajes. El siguiente paso fue hacer talleres vía zoom.
¿Cómo está la salud mental de los profesionales?
—Mal. Ha sido mucha incertidumbre, un desgaste emocional fuerte y se nos han exigido cosas para las que no estábamos preparados.
¿Está eso detrás de su jubilación?
—El pasado mes de enero fue probablemente uno de los peores de mi carrera. El volumen de consultas de la sexta ola ha sido impresionante, el volumen de la población contagiada era brutal y salí muy tocado. Las bajas fueron a Inspección Médica pero se colapsó y volvían al centro de salud y con 45 o 50 pacientes al día entre presencial y telefónica… Yo no tenía planificado jubilarme pero fue tal el desgastante que decidí que ya he cumplido.
¿Ya lo saben sus pacientes?
—Puse una carta en la puerta de la consulta y cada día vienen a despedirse. Yo soy muy sentimental y me podría pasar la consulta llorando porque son muchos años y hemos pasado muchas cosas juntos y entonces duele, pero no soy eterno.
Y han subido las agresiones.
—Ya sabíamos que cuando se acabara el último aplauso empezarían los problemas. Nos dolió mucho que la gente pensara que los centros de salud estaban cerrados cuando no ha pasado nunca, hicimos jornadas maratonianas pero no podíamos convertirlo en un sitio peligroso.
El colectivo ahora está cansado y enfadado pero ¿con quién?
—Con el sistema. A pesar de las buenas palabras, si quieres que las cosas funcionen hay que poner dinero. La Atención Primaria ha estado infradotada desde hace años, no hay que echar la culpa al Govern actual, que ha hecho lo que ha podido. Esto pasa desde hace más de diez años. Yo antes tenía un sustituto si me iba de vacaciones, ahora me cubren el resto de profesionales. No hay médicos y de Atención Primaria, menos. No hay un relevo generacional, la medicina familiar es una especialidad que está desprestigiada. Es una pena porque la cercanía con el paciente... Yo tengo pacientes de hace 40 años ¿sabe la responsabilidad que es eso?
¿Cómo ha sido su relación con este Govern?
—Ha sido de una cordial discrepancia. Han sido, con respecto a otras comunidades, extremada y ejemplarmente prudentes y gracias a eso hemos estado por debajo de la media en casos y muertes durante mucho tiempo.
Otro de los problemas es la homologación de título.
—Como no hay médicos los importamos sin la formación en familia. Es un problema que no podemos atajar porque gracias a eso hay un médico en cada despacho.
Se jubila como lo harán muchos otros en poco tiempo, ¿será un problema?
—Sí porque no hay relevo. Hay que espabilar con los MIR para no se vayan. Hay que cuidarlos, dar incentivos, crear facilidades. Eso lo hacemos desde el Colegio de Médicos de Baleares.