La Platja de Palma ruge de nuevo y con más fuerza que nunca. Uno de los enclaves favoritos de los turistas alemanes y holandeses para protagonizar sus legendarias borracheras está causando estragos en los primeros compases de la temporada turística. Tras superar dos temporadas estivales atípicas por la pandemia, los índices de ocupación de uno de los principales núcleos turísticos de Baleares recupera su afluencia y, con ello, un aluvión de incidentes, comportamientos incívicos, peleas, alcohol, drogas y venta ambulante. Los vecinos de la calle Mar Menor, a las 17 horas del pasado sábado, grabaron con sus teléfonos móviles una escena de sexo en plena calle.
En la misma puede observarse a una pareja de turistas, de unos 25 a 30 años aproximadamente, que iban caminando por la acera tranquilamente cuando, de repente, se detienen a media calle frente a los jardines de varias viviendas repletas de familias con niños. Acto seguido, la chica se arrodilla, el varón se baja el pantalón y practican sexo oral. A escasos 15 metros, un joven alemán mantenía relaciones sexuales con penetración a otra compatriota.
«No se trata de un hecho aislado. Todos los días, las 24 horas, tenemos turistas de borrachera orinando en nuestros coches o fachadas. No tienen ningún reparo en mantener sexo o incluso en hacer botellón o defecar en los portales de casa», apunta uno de los vecinos de la zona. «La policía ha tenido que ir ya varias veces a un problemático hotel de la carretera Militar con los antidisturbios para sacar a grupos de turistas borrachos. Este verano será terrible», auguran con resignación.