Los centros de control aéreos de Francia, especialmente Marsella y Burdeos, se han convertido en una auténtica ‘bestia negra' durante las temporadas turísticas de verano desde hace más de 40 años. Cuatro décadas marcadas por conflictos laborales, huelgas y paros que han afectado de manera muy directa a la actividad aeroportuaria de Son Sant Joan.
Las imágenes de principios de los 80 en las entonces terminales A y B del aeropuerto, con centenares de turistas tirados por los suelos y durmiendo en locales habilitados por AENA-Palma, dieron la vuelta al mundo. No era época de redes sociales, y Facebook e Instagram sonaban a ciencia ficción muy al estilo de ‘2001: Odisea del espacio', filme de Stanley Kubrick (1968).
El entonces director del aeropuerto palmesano, el malogrado y excelente profesional Pedro Meaurio, junto a su equipo, hizo todo lo imposible para hacer más llevadera esta situación, que afectó a miles de familias británicas y alemanas. Gracias a su buen hacer, los turistas pudieron sobrellevar sin tantas penurias las horas de espera por culpa de la actuación de los controladores galos. Este colectivo siempre ha utilizado la actividad turística en los meses punta de verano para conseguir sus reivindicaciones ante la Administración francesa. Es una estrategia vigente hoy en día y que han emulado los sindicatos de controladores de todos los países de la cuenca mediterránea, entre ellos los españoles.