Según la Organización Mundial de la Salud, más de 800.000 personas mueren cada año por suicidio, siendo la tercera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 19 años. Se estima que por cada caso ha habido entre 10 y 30 tentativas pero esa cifra asciende a una horquilla de 100 a 200 en la adolescencia. En 2020, en Balears se detectó un aumento del 30 % de tentativas autolíticas en jóvenes y de un 50 % en adultos, con un descenso en la edad de los afectados.
Las cifras ponen de relieve el gran problema de salud pública que la pandemia ha acrecentado. A sabiendas de que los suicidios son prevenibles, la Conselleria de Salut acaba de publicar una la Guía para la prevención y el primer abordaje de la conducta suicida en los centros educativos de Balears, donde se ponen de relieve muchos falsos mitos.
1 Preguntar sobre el suicidio no induce a cometerlo
Lo contrario es una falsa creencia. En realidad, explica la guía, hablar de ello es la mejor manera de detectarlo. «Si preguntamos a alguien si fuma, bebe alcohol o toma drogas no aumentaremos el riesgo de que lo haga», reza el texto. De la misma manera, si se pregunta a alguien si le rondan ideas sobre el sufrimiento o cómo acabar con él o si se es una carga para los demás, se abrirá un canal de comunicación que ayudará a reducir el aislamiento.
2 Una amenaza es un indicador de alto riesgo
Es habitual que alguien que ha intentado suicidarse, previamente haya manifestado esta intención ya sea con palabras, amenazas o cambios de conducta. Esta actitud no debe interpretarse como un desafío o un chantaje. A menudo se infravalora tildándolo de llamada de atención cuando en realidad puede tratarse de una llamada de auxilio.
3 Es falso que quien quiere suicidarse lo oculte
Según esta guía, la mayoría de las personas que se suicidan lo manifiestan antes con mayor o menor claridad. De hecho son muy pocos los casos en que se han producido sin aviso. De ahí que sea importante preguntar y no subestimar este tipo de información.
4 Hay que prestar atención a las posibles señales
Aprender a reconocerlas contribuye a la prevención y casi siempre hay signos sobre los que se puede actuar. Más allá de las palabras de desaliento puede mostrase como ausencias, faltas de interés, autolesiones o consultas por internet.
5 No hay que subestimar las preocupaciones
El suicidio es algo multicausal y la percepción de los problemas por parte de la persona que sufre tiene un papel muy importante, por lo que no hay que juzgar ni infravalorar el dolor. Es más, ésta es una actitud que puede causar un mayor aislamiento. La creencia de que hay problemas graves y menos graves es falsa.
6 La prevención no es sólo es cosa de profesionales
Si bien es cierto que los profesionales de psicología y de psiquiatría tienen experiencia en detectar y abordar los riesgos de suicidio, no se trata de una tarea que sólo puedan hacer ellos. Cualquier persona, pero en especial el entorno familiar, el educativo y el sanitario, puede identificar los signos de alarma.
7 Quien quiere suicidarse, no está decidido a morir
El documento destinado a los centros educativos es claro: ayudar a los alumnos a reconocer lo que les acerca a la vida previene el suicidio. La mayoría de personas con conducta suicida lo que quiere es liberarse definitivamente de un sufrimiento emocional. En muchos casos, no desean seguir viviendo del modo en que lo hacen.