«El mundo en el que vivimos es de Satán, y solo se salvarán del fin del mundo los que predican el Reino. Por eso, no se debe hablar con nadie del mundo profano, no estudiar ni creer en las transfusiones de sangre. Mejor no tener hijos, porque si no, una pareja joven no dedicará su tiempo a la obra del Reino. Y una mujer debe estar en el hogar, apoyar al marido en sus decisiones y deberes, y si es malo contigo, piensa primero en lo mala que puedes ser tú como esposa. Y si un familiar, incluso hijo, es expulsado, no le hables más».
Este es el mensaje que difunden los Testigos de Jehová, una congregación registrada como «religiosa de notorio arraigo». Pero a pesar de su padrón como organización espiritual, hay suficientes estudios e informes que testifican importantes connotaciones sectarias. En Baleares, hay una quincena de congregaciones, que suman alrededor de 3.000 fieles. A nivel estatal, los datos –opacos y poco fiables– ascienden a 120.000 testigos de Jehová. Se organizan en salones (locales), apoyados a su vez por otras más grandes para las asambleas, que solo se abren para reuniones importantes. La principal fuente de captación la obtienen a través de las predicaciones de casa en casa. Comienzan desde muy jóvenes a ir por los hogares para compartir el mensaje de su Dios. Cada testigo informa de las horas que ha dedicado, y aunque no hay un número específico de tiempo, sí exigen un mínimo.
El abogado Carlos Bardavío es uno de los pocos expertos en sectas en España y cuenta con la única tesis sobre las sectas en el Derecho Penal. Actualmente es el letrado que representa a la Asociación Española de Víctimas de Testigos de Jehová, en juicio desde que Betel (la sede principal) denunció a la entidad por utilizar un término que califican de deshonra. Tras testificar doce extestigos, la Fiscalía consideró en sus conclusiones que la demanda no procedía.
La asociación nació en 2019 pero no empezaron a moverse hasta hace dos meses, y cuentan ya con 150 socios en España. El secretario de esta entidad, Enrique Carmona, también víctima, se encuentra en Granada pero es uno de los portavoces a la hora de hablar de los Testigos de Jehová. Denuncia las causas criminales que se producen y que muy rara vez trascienden en esa organización religiosa. Carmona nació dentro del grupo religioso y reconoce que en su juventud estaba muy adoctrinado. En 1988, una publicación que llegó a sus manos le alarmó. Tenía 30 años, estaba casado y con dos hijas. Diversos problemas familiares, como la expulsión de su padre, le hizo tomar la decisión de salir él también. «Tardé mucho en reconocer la verdad de esta organización», rememora. A día de hoy, solo se habla con una hija.
Desde que puso en marcha la Asociación, «miles de personas, y cuando digo miles pueden ser más de tres mil, han contactado con nosotros. Cuando un testigo sale, lo hace por muchas razones», argumenta, y recuerda que «si lo haces, estás muerto para toda tu familia».
Organización sectaria
Para entender a los testigos como parte de una secta, el abogado Carlos Bardavío lo describe como «una confesión que no permite la menor crítica y vulnera los derechos de las personas». «Esta secta puede causar trastornos psicológicos, destruir familias y el ostracismo», una práctica que se relaciona con el ghosting, que es hacer prácticamente el vacío e ignorar a una persona para herirla. La homosexualidad también es un pecado que provoca la expulsión inmediata. Y cuando los expulsan, y estos hablan mal, pasan a ser denominados apóstatas. Un apóstata, en palabra de los propios extestigos, es cuando una persona abandona por completo lo que ellos demoninan «la verdad religiosa» y, por lo tanto, predican lo peor.
Los casos de víctimas de esta organización aumentan por años, y existen informes psicológicos, como el que ha elaborado durante años el extestigo y psicólogo mallorquín Miqueas Henares, de que la gran mayoría acaban con trastornos mentales, como ansiedad o depresión sobre todo, y, en el peor de los casos, hasta suicidios.