La jefa de servicio de Producción Vegetal del Instituto de Investigación y Formación Agroalimentaria y Pesquera de Baleares (Irfap), Maria del Carme Garau, ha apuntado que el escenario «más pesimista» del cambio climático convertiría el clima de Baleares en 2100, en uno similar al del desierto de Atacama.
Así lo ha asegurado la doctora en Ingeniería Agrónoma en la Comisión no Permanente de los Efectos del Cambio Climático sobre la Agricultura, la Ganadería y la Pesca, celebrada este jueves en el Parlament.
Garau ha acudido a la sede parlamentaria para explicar los diferentes proyectos que desarrolla el instituto para adaptar la agricultura a las nuevas realidades climáticas que se puedan dar los próximos años.
Durante su exposición, ha señalado los diferentes escenarios a los que se podría enfrentar el archipiélago en lo que queda de siglo, en función de la evolución del cambio climático.
Garau ha indicado que la comunidad científica trabaja con cuatro posibles escenarios de cambio climático y en el caso de Baleares oscilaría en rangos de 421 partes de por millón (ppm) de CO2 en el aire en 2100 --el escenario «más optimista»-- y 936 ppm de CO2 --el más «pesimista»--.
Esto daría como resultado un aumento de las temperaturas máximas medias a lo largo del año, que en la actualidad se encuentran en 23ºC, y si se cumple el escenario pesimista mencionado, las máximas medias ascenderían hasta los 26,4ºC.
El otro factor que ha empleado para hacer la comparativa de esta evolución del clima es el de la pluviometria, que en la actualidad se sitúa en los 1,25 mm de lluvia al día y en 2100 bajaría hasta los 0,82 mm la día.
De este modo, Garau ha subrayado que con estos parámetros Baleares tendría un clima parecido al que actualmente tienen en el desierto del Karoo, el desierto de Sonora o el desierto de Atacama, debido a que el archipiélago pasaría de tener un clima mediterráneo a uno árido entre los años 2050 y 2100.
Por estos motivos, ha resaltado la necesidad de adaptar los cultivos a esta nueva realidad climática con variedades que requieran menos agua, menos horas de frío --por debajo de los 7,2ºC-- para su floración o aguanten periodos de sequía más prolongados, algo en lo que trabajan desde el Irfap con diferentes proyectos.
Así, ha señalado que los científicos trabajan con especies que tienen distintos umbrales de tolerancia al cambio climático, fundamentalmente con variantes autóctonas dado que ya están adaptadas a unas condiciones climáticas del Mediterráneo y pueden presentar una mayor resiliencia.
Otros de los condicionantes que tendrán las plantas en los futuros escenarios de cambio climático será una mayor radiación solar, una mayor exposición a vientos huracanados o una alteración de la fenología de la floración.
Todo esto ya ha destacado que ya está afectando a la producción de la almendra --también debido a la reducción del número de polinizadores-- y un desequilibrio en la acidez y el azúcar de las viñas.
Garau ha manifestado que una de las estrategias también podría pasar por la reubicación de la agricultura, algo que ha subrayado que ya sucede en otras partes de Europa puesto que los viticultores franceses ya tratan de sembrar viñas en el sur de Inglaterra --cultivo que antes no se daba en esta zona-- para elaborar sus vinos y champanes.
En ese sentido, ha mostrado un mapa sobre las zonas de Mallorca donde es viable el cultivo de árboles frutales en la actualidad dado que son cultivos que requieren de bastantes horas de frío para su posterior floración.
En la imagen, se podía observar que casi toda la isla se podía sembrar este tipo de plantas excepto en zonas costeras por sus temperaturas suaves. Sin embargo, al mostrar el mapa del escenario pesimista en 2100, estos cultivos mantendrían un espacio muy reducido en la Serra de Tramuntana.
La agrónoma también ha incidido en que el futuro de los cultivos de regadío en Baleares debe pasar por las aguas regeneradas pero ha reivindicado apoyo a la investigación y mejorar los sistemas de depuración, porque este agua suele ir cargada de materiales biológicos, una alta salinidad y metales pesados.
Al mismo tiempo, ha reivindicado que el sector primario apueste por una gran variabilidad de cultivos para que, en caso de plagas, dispongan de mayores alternativas.