Carlos Pazos (Barcelona, 1949) inauguró el pasado miércoles «De boudouirs», su primera exposición individual en la isla, concretamente en la galería Van der Voort. Se hizo popular en 1976 gracias a «Voy a hacer de mí una estrella», una muestra en la sala Vinçon de Barcelona en la que colgó veintiuna fotografías de sí mismo en blanco y negro. Pazos, quien opina que en el arte de hoy en día «vale todo, siempre que se cuente una historia», medita cada una de sus respuestas buscando la expresión adecuada con la que definir su trabajo.
"¿Qué queda del Carlos Pazos de «Voy a hacer de mí una
estrella»?
"Queda un cuerpo maltrecho por los años, como dice el tango. No,
queda mucho. En lo que se refiere a aquella estética, últimamente
estoy volviendo a trabajar de un modo esporádico en esa parte de
decadencia real, física, de la estrella. Porque, en broma, pero muy
en serio también, no me gusta que me llamen pintor o artista,
siempre digo que soy una estrella, brillando permanentemente en el
firmamento.
"En muchas de sus piezas utiliza diversos objetos, ¿se considera
un reciclador?
"No. Sé que lo soy por definición, pero no conceptualmente. Hay
objetos que me atraen mucho y a partir los mismos hago la pieza,
porque el objeto tiene una carga sentimental muy fuerte para mí, y
pongo en escena una pequeña narración. Aunque muchas veces que
busco lo que necesito. Es la idea de la vida y del souvenir. A
partir de mi entorno, intento reflejar algunas sensaciones,
sentimientos, y traspasarlos a la pieza al momento o reviviéndolos
pasado un tiempo. De esta pasta hago lo que llamo los «Souvenirs
del recuerdo».
"En un texto se señala que usted, más que crear obras de arte,
quiere hacer de su vida una obra de arte. Recuerda a aquel verso de
Gil de Biedma en el que afirmaba que no quería ser poeta, sino
poema. ¿Se identifica con esta definición?
"Yo no quiero ser obra de arte. Lo que quiero es conseguir que la
vida me penetre de tal modo que me provoque una indigestión y que
el vómito sea una obra de arte.
"En su obra hay elementos que pueden considerarse transgresores
(la Moreneta con Copito de Nieve en su regazo, imágenes religiosas
y sexuales) ¿No hay ningún ánimo de escandalizar con ellas?
"La verdad es que no. Lo que pasa es que no tengo muchos
prejuicios, mi moral es muy laxa. La Moreneta y Copito es una pieza
cariñosa. Una Virgen negra es muy simpática y un gorila blanco
también. Me parece un símbolo ideal para Barcelona. Después está
toda esa gente tan timorata que lo toma como una ofensa. No soy
creyente y los veo como dos personajes a los que uno con cariño,
como podría poner a Mickey Mouse en brazos de Marilyn Monroe.
"¿Cree que en el arte de hoy vale todo?
"Si se refiere al punto de vista de utilización de cualquier medio,
sí, vale todo. Pero si está referido al valor artístico
intrínseco... Para mí el arte es explicar cosas lo mejor posible.
Cómo las expliques da igual. Lo que no vale es no explicar nada. No
vale el mimetismo que nos lleva a copiar directamente las modas
importadas. Esto para mí no vale. El arte debe ser irónico, ha de
provocar una cierta sonrisa. Aunque debe ser muy serio en su
planteamiento, en la actitud.
"Usted estudió Arquitectura, Filosofía y Diseño, ¿cómo pasó a la
creación?
"He dibujado siempre, pero nunca pensé en dedicarme a ello. Cuando
estudiaba me dedicaba a la música, tenía grupos de rock, hasta que
llegó el momento de escoger una carrera. Bellas Artes me llamaba la
atención, pero era tan anacrónica en su planteamiento que no me
hacía ilusión. Entonces pensé en Arquitectura, que me sigue
interesando mucho aunque nunca como profesión. La arquitectura
tiene mucho que ver con las artes plásticas. Hice dos años y pasé a
Filosofía, que fue como un balneario. Aprendí cosas que me ayudaron
a estructurar el pensamiento y que me fueron muy útiles para mi
trabajo posterior. Finalmente, estudié diseño en la escuela Eina,
que aún existe. Había muchos intelectuales que no eran profesores,
pero que sabían transmitir sus conocimientos. Fue como otro
balneario para mí.