Difícil de clasificar artísticamente, Riki López necesita para definirse las etiquetas de autor, intérprete y humorista. Por segundo año consecutivo ha vuelto a Eivissa, donde el pasado lunes y martes presentó en el bar De Miedo su espectáculo «En desconcierto», en el que, acompañado únicamente por su guitarra y a través de sus propias canciones, cuentos, chistes y un elocuente don para la improvisación, volvió a entusiasmar al grupo de incondicionales que ya tiene en la isla. Aunque su fuerte es el directo, tiene dos discos grabados, «República Anónima» y «Con el sudor de la gente», y en enero realizará en Madrid, donde reside en la actualidad, su tercer trabajo, esta vez en vivo y en directo.
Sin apenas publicidad, y casi en tono clandestino, Riki López se siente a gusto actuando en locales pequeños como el que le ha acogido en sus dos actuaciones ibicencas. «Me gusta este tipo de ambientes, en el que el público se siente en su hábitat; liberas más adrenalina, y aprovechas la respuesta del público para incorporarla al espectáculo. Salir a este tipo de escenario es como encontrarte con un tío grandote que te dice que te espera en la calle. Es como una energía que ayuda a que la cosa fluya», explicó.
Actuaciones en locales de este tipo es lo que ha estado haciendo desde que se inició en el mundo de la música en 1996. Pero también le gustan otros ambientes más convencionales, como el Teatro Principal de Palma, donde actúo en la pasada fiesta contra el sida junto a los pesos pesados de la cançó Maria del Mar Bonet, Marina Rossell y Lluís Llach. «Fue muy bien, la gente se sorprendió mucho con lo mío, y eso que fui el único que cantaba en castellano», precisó. Una cuestión, la del idioma, que se toma con naturalidad: «Aunque soy mallorquín, mis padres son de Jaén y el castellano es mi lengua materna. Pero creo que incluso si pensase en catalán no sé si lo usaría para cantar, porque si lo que intento es que mis canciones tengan la mayor difusión posible, es lógico que utilice el castellano».