La ampliación del Museo del Prado se ha convertido a lo largo de los últimos años en un auténtico problema arquitectónico, solventado por el patronato de esta institución concediendo el proyecto de reforma al arquitecto Rafael Moneo. Uno de los puntos más polémicos ha tenido que ver con el papel que desempeñarán el claustro y la iglesia de los Jerónimos en la nueva distribución de espacios del Prado. El arquitecto afincado en Eivissa Luis Cervera, quien también ostenta el título de Académico Correspondiente de la Real Academia de San Fernando defiende la personalidad de los Jerónimos y considera que el proyecto de Moneo, a quien «admira y respeta», lo que logra es la «captura» de la iglesia y el claustro que quedarán relegados a convertirse en la parte de atrás de la pinacoteca.
Cervera remitió sus consideraciones al proyecto de Moneo a la reunión que mantuvo en Eivissa el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España. El arquitecto afincado en Eivissa creció junto a los Jerónimos y define aquella zona como «un vacío urbano que debe conservarse». Para Cervera «la integración del Prado en su área más próxima no implica la agresión al patrimonio histórico circundante, sino la búsqueda de una continuidad y extensión digna y respetuosa».
En opinión de este arquitecto, existe «una clara intencionalidad de captura del claustro de los Jerónimos que unida a la animadversión de Moneo por aquel bien y a su peculiar respeto del pasado le conducen a diversas consideraciones que afectan sustancialmente a este entorno».
Pero las críticas de Cervera también tiene como objetivo el modo en el que se llevó a cabo el concurso de adjudicación de este proyecto, ya que, en su opinión, «el Ministerio de Cultura no sabía lo que quería al encargarlo».
En las conclusiones remitidas por Cervera al Consejo Superior de Colegios de Arquitectos, éste considera «disparatadas» las bases del concurso planteado desde Cultura, al «pretender hermanar» una iglesia y un museo, idea que Cervera indica que «raya con lo imposible». Para reafirmar esta consideración, el arquitecto recuerda que un figura de la arquitectura como es el británico Norman Foster no remitió su proyecto a España al entender que era «inviable el sometimiento a las premisas establecidas en el concurso».