El actor Francisco Rabal falleció esta tarde en la ciudad francesa de Burdeos cuando regresaba en avión desde la ciudad canadiense de Montreal. Según informó Teresa Rabal, hija del fallecido, su padre se sintió indispuesto en el avión, en el que sufrió un ataque de tos. Al parecer, el avión aterrizó de forma extraordinaria en Burdeos para que el actor recibiera atención médica, pero nada se pudo hacer por su vida. El fallecimiento se certificó pasadas las cinco de esta tarde.
Francisco Rabal Valera nació en 1926 en un coto minero de Àguilas (Murcia). Hijo de minero, cuando tenía seis años su padre emigró a Madrid, y, cuando la Guerra Civil terminó, ayudó a su padre y hermano vendiendo mercancías infantiles por las calles: pipas, caramelos, etc. Más tarde, trabajó en una fábrica y asistió a las clases nocturnas de los Padres Jesuitas de Chamartín de la Rosa, donde montaba cuadros teatrales, haciendo de actor y director con obras de la Galería Salesiana o alguna escrita por él mismo.
Por aquella época se inauguraron los Estudios Cinematográficos Chamartín donde fue admitido como aprendiz de electricista. Allí también encontró sus primeras oportunidades como figurante y luego como actor de reparto en dos películas de Rafael Gil: 'La pródiga' y 'Reina Santa' (1946), y en otras tantas de José López Rubio, 'El crimen de Pepe Conde' (1946) y 'Alhucemas' (1947), a las que seguiría ya un papel principal en 'María Antonia la Caramba' (1950), de Arturo Ruiz-Castillo. Después de varios papeles pequeños logró entrar como meritorio en los Teatros Infanta Isabel y María Guerrero, donde conoció a José Tamayo, quien le contrató como actor profesional de la Compañía Lope de Vega, con la que debuta en 1947.
En la compañía estaban Carlos Lemos, Alfonso Muñoz, Maruchi Fresno y María Asunción Balaguer, con la que contrajo matrimonio tres años más tarde, en 1951. Más tarde Luis Escobar, director del María Guerrero, le contrató como protagonista de 'La Honradez de la Cerradura'. Interpretó también 'Luna de Sangre', de Rovira Beleta, y regresó a la compañía Lope de Vega para estrenar en Madrid 'La Muerte de un Viajante', de Arthur Miller. Alterna a partir de entonces los trabajos cinematográficos con su presencia en los escenarios hasta que, en 1953, fue contratado en exclusiva por Vicente Escrivá para interpretar algunas de las películas de corte religioso o político que producía Aspa Films, como 'La guerra de Dios' (1953), 'El beso de Judas' (1954) o 'Murió hace quince años' (1954), dirigidas todas por Rafael Gil.
Desde ahí en adelante, amplió su sus registros interpretativos con trabajos a las órdenes de José Luis Sáenz de Heredia ('Historias de la radio', 1955) o José María Forqué ('Amanecer en Puerta Oscura, 1957), a la vez que dio sus primeros pasos en el cine extranjero a través de varias coproducciones como 'Marisa la civetta' (1957), de M. Bolognini, o 'Prisioneros del mar' (1957), de G. Pontecorvo.
Rabal y Buñuel
A finales de esta década tuvo lugar uno de los momentos decisivos de su dilatada carrera: el encuentro con Luis Buñuel en 'Nazarín' (1958). Su interpretación intensa y sincera del sacerdote protagonista se convirtió en la puerta que abrió su colaboración con el maestro aragonés, prolongada luego en 'Viridiana' (1961) y en 'Belle de Jour' (1966).
Su proyección internacional alcanzó en estos años la etapa más interesante gracias al trabajo con creadores como Michelangelo Antonioni en 'El eclipse' (1961), Leopoldo Torre-Nilsson en 'La mano en la trampa' (1961), Jacques Rivette en 'La religiosa' (1966) o Luchino Visconti, con el que trabajo en el episodio 'La strega bruciata viva' (1966).
Desde España era reclamado tanto por reconocidos directores, como Rafael Gil o José Antonio Nieves Conde, como por debutantes del Nuevo Cine Español, como Carlos Saura, Miguel Picazo o Claudio Guerín. La siguiente década la inició con las obras polémicas y desiguales de Glauber Rocha ('Cabezas cortadas', 1970) o Silvano Agosti ('N. P. il segreto, 1972). Esta etapa estuvo dominada por trabajos alimenticios, fundamentalmente en el cine italiano, por su dedicación a la realización de documentales sobre Machado, Alberti y Dámaso Alonso; así como por un cierto alejamiento del cine nacional a pesar de sus notables interpretaciones en películas como 'Goya, historia de una soledad' (1970), de Nino Quevedo, o 'Tormento' (1974), de Pedro Olea.
Pasada esta etapa, la madurez artística y personal de Rabal coincide con el periodo más fecundo y creativo de su extensa carrera. De esta época es 'La Colmena' (1982) y, sobre todo, 'Los santos inocentes' (1984), ambas de Mario Camus, y por la segunda de las cuales obtuvo - conjuntamente con Alfredo Landa- el Premio a la Mejor Interpretación Masculina en el Festival de Cannes. A partir de entonces, Rabal desarrolló en el cine español toda una gama de personajes de amplio registro interpretativo que generaron capacidad de identificación, desgarro y vitalismo, y a los que su rostro cuarteado y su personalísima voz no fueron ajenos. Así, dio vida al intelectual Rocabruno de 'Epílogo' (1983), de Gonzalo Suárez, y al pícaro Ginés de 'Truhanes' (1983), de Miguel Hermoso.
De esta época son también sus excelentes trabajos en 'Padre nuestro' (1985), de Francisco Regueiro; 'Tiempos de silencio' (1986), de Vicente Aranda; 'El disputado voto del señor Cayo' (1986), de Antonio Giménez-Rico; '¡Atame!' (1989), de Pedro Almodóvar; o 'El hombre que perdió su sombra' (1991), de Alain Tanner. A raíz de sus creaciones en diversas series de televisión, en especial 'Juncal' (1988) y 'Una gloria nacional' (1992), escritas y dirigidas por Jaime de Armiñán para Televisión Española, acrecentó todavía más su popularidad. En los últimos años, y a pesar de su avanzada edad, Rabal siguió trabajando en el cine el filmes como 'Así en el cielo como en la tierra' (1995), de José Luis Cuerda; 'El palomo cojo' (1995), de Jaime de Armiñán; 'Air-bag' (1997), de Juanma Bajo Ulloa; 'Pajarico' (1997), de Carlos Saura; 'Pequeños milagros' (1997), de Eliseo Subiela; 'El evangelio de las maravillas' (1998), de Arturo Ripstein; 'Goya en Burdeos' (1999), de Carlos Saura, por la que consiguió el Goya a la Mejor Interpretación Masculina; 'Lázaro de Tormes' (2000), de José Luis García Sánchez; o ' Divertimento' (2000), de José García Hernández.
Un hombre de convicciones
Además de demostrar su profesionalidad a lo largo de su carrera, Rabal se caracterizó por su talante solidario y de izquierdas, fiel a sus fuertes convicciones políticas y sociales. Entre la larga serie de premio recibidos, figura el Premio Nacional de Cinematografía (1984). En 1992 se le otorga la Medalla de Oro de Bellas Artes y, al año siguiente, la Medalla de Oro de la Academia de Cine, y en 2000 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo. En 1995 la Universidad de Murcia le hizo Doctor Honoris Causa, siendo el primer reconocimiento de tal clase que recibía un actor cinematográfico en nuestro país. Rabal, que según sus propias palabras llevaba 55 años escribiendo «sus cosillas», publicó en 1994 el libro 'Mis versos y mi copla' y más tarde, con la colaboración del escritor Agustín Cerezales, su biografía 'Si yo te contara'.
En los últimos tiempos, este gran actor, padre de la cantante Teresa Rabal y del director Benito Rabal, y abuelo del también actor Liberto Rabal, ofreció en varias ciudades españolas, junto a su mujer Asunción Balaguer, el recital poético 'Queridos poetas...', en el que recordó a muchos de los grandes escritores en español y en catalán del siglo pasado para recaudar fondos para la Casa del Actor. En agosto de 2001 Rabal recibió un homenaje en la XXV edición del Festival de Films du Monde de Montreal; mientras que en el mes de septiembre el Festival de Cine Internacional de San Sebastián, en su 49 edición, le entregó el Premio Donostia en reconocimiento a toda su carrera.