Tras dos intensos años de trabajo, Rafael Cavestany ha puesto punto final a su obra más ambiciosa, «La Sinfonía del Apocalipsis» para gran orquesta, gran coro y barítono; cantada en arameo a partir de textos del «Apocalipsis» de San Juan. Las dimensiones que finalmente ha tomado la obra, dificultan encontrar la financiación necesaria para su estreno, que en principio tenía pensado que lo hiciera la Orquestra Simfònica de Balears. Que ello se posible, «depende de una serie de elementos importantes que tienen que cuajar; como el que se establezca de forma definitiva el director de la orquesta; que den el visto bueno los políticos, y que se aúnen los de Palma con el coro de la capilla davídica de Menorca y con Joan Pons, quien está interesado en el proyecto», explicó a Ultima Hora Ibiza y Formentera el compositor madrileño residente en Eivissa. «También me gustaría que el Consell Insular se involucrara un poco en un proyecto que creo puede ser muy interesante», añadió.
Mientras suena la flauta, Cavestany toca otras teclas, como la de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. «Uno de los clarinetes, amigo mío, está mirando a ver si la podría estrenar su orquesta; y Antoni Ros Marbá, un director mundial importantísimo, ha mostrado gran interés en dirigirla; lo que pasa es que no tendrá tiempo libre hasta 2004». De todas formas, «La Sinfonía del Apocalipsis» no es el único trabajo compositivo en el que anda metido. «Tengo bastantes encargos, sobre todo de cosas de cámara: un Cuarteto que se estrenará dentro de poco en México y más tarde en las Islas; una obra de percusión; otra de piano solo que tengo que escribir para Sebastián Mariné, quien estreno mi 'Concierto para piano y orquesta'; unas canciones que me ha pedido una soprano, y otra obra para clarinete y piano», enumeró.
Además del trabajo creativo de composición y las clases que imparte, Rafael Cavestany también es responsable desde hace tres años de la programación del ciclo de las cenas-conciertos que organiza el hotel Hacienda-Na Xamena. «Es algo que me tomo como una distracción para relajarme de mi trabajo compositivo y de las clases. Sobre todo de la composición, que es algo muy complejo, pues no se trata solo de la labor creativa, sino que luego hay que vender el producto, algo que no se me da muy bien, la verdad», apuntó.