La Sala de Cultura de «Sa Nostra» de Sant Francesc acogerá a las 20,00 horas de mañana viernes la inauguración de la exposición «El món i la meva càmera», de Gisèle Freund (1908-2000). La muestra, que será presentada en la sala homónima de Eivissa en noviembre en una versión más amplia, estará abierta al público hasta el 4 de octubre.
Organizada por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), la selección incluye tres fotografías que la prestigiosa fotógrafa francesa de origen alemán realizó en Eivissa en 1934 durante unas vacaciones en las que coincidió con el escritor y filósofo Walter Benjamin.
Freund fue una de las pioneras en el uso de la fotografía en color. El retrato fue su género preferido, un medio para captar la personalidad de quien tuviera frente a sí con un una mirada tan humana y aguda que revelaba el interior de sus «víctimas». Sus retratos más conocidos corresponden a grandes figuras del mundo literario, como André Malraux, James Joyce, Virginia Woolf, Borges, Alberti, Cortazar, pero también transmitió para la historia la imagen de personalidades relevantes de la vida política, el arte y el pensamiento de su época, como Henry Matisse, Evita Perón, Duchamp o Benjamin.
El trabajo de Gisèle Freund refleja una serie de influencias, desde el espíritu de la Bauhaus hasta la Farm Security Administration y la Nueva Objetividad («Neue Sachlichkeit»). A partir de estas atracciones que sintetiza, crea su propio estilo y su propia forma de mirar. En su trayectoria profesional siempre distinguió entre las fotografías que le servía para asegurar su subsistencia material y las que hacía por interés personal. Sin embargo, esta distinción apenas es remarcable, por lo menos en lo que respecta a la calidad de las imágenes. Los reportajes que hizo para algunas de las principales revistas del mundo (Life, Look, Vu o Weekly Illustrated) tienen la misma precisión óptica que los ya famosos retratos de relevantes figuras del art, aunque siempre trazó una línea divisoria entre ambos caminos. Tal distinción es tanto más sorprendente por cuanto, incluso en las circunstancias más difíciles, rechazó taxativamente algunos compromisos en su práctica fotográfica y muchas veces rehuyó oportunidades profesionales lucrativas ante el temor de que le implicaran doblegarse a deseos y exigencia ajenos. Así, el retoque a mano, la técnica pictórica anterior a la digitalización mediante la cual se corregía la imagen fotográfica cuando aparecía en el negativo, constituía para ella una frontera que su ética profesional le impedía traspasar. Por eso, escéptica sobre el oficio, al final de su vida llegó incluso a decir: «La fotografía es la total falsificación de la realidad».