La primera impresión que recibió Fandos cuando descubrió la isla en 1955 fue impactante: «Quedé flechado; era una especie de paraíso olvidado, con una amabilidad en la gente y una dignidad en su pobreza realmente admirables». Entonces era estudiante de Bellas Artes en Valencia, donde conoció a Adrián Rosa. Al terminar sus estudios marchó a París, el sueño de los artistas de la época. «Allí estuve viviendo diez años, intensos, duros y maravillosos, en los que de vez en cuando recordaba la isla como un jardín de reposo. Al final entré en una crisis depresiva, entre personal y artística; estaba harto de París, quemé las naves y decidí venirme a la isla; a lo loco y sin tener mucho dinero, la verdad», recordó a Ultima Hora Ibiza y Formentera.
Empezaba una de las épocas más vitalistas e intensas en su biografía. «Tuve suerte; reencontré a Adrián y a un pintor ya muerto, Mariano Tur de Montis, y a su familia. Rápidamente hice amigos, me instalé en una casa payesa sin luz ni agua y pasé allí tres años». La vuelta a la luz del Mediterráneo fue también importante para su obra. «En París había sido abstracto, pero cuando tuve la crisis, me di cuenta de que me faltaba definirme frente a la naturaleza, pues siempre he sido muy honrado respecto a mi ética artística. Me di cuenta de que me faltaba dominar el color. Empecé a pintar del natural, yendo en bicicleta por los campos con Adrián, Calbet y algún otro; empezamos a exponer en la galería de Bonet Vallribera, en Sant Antoni, y como todo era muy barato, nos íbamos buscando la vida fácilmente», evocó con clara nostalgia Fandos.
Cansado de la arcadia
Esa vida natural y bucólica no duró mucho. «Al tercer año ya empecé
a ponerme nervioso con tanta soledad, y pensé que si no me iba del
campo acabaría tirándome a la cisterna. Encontré un pisito en Dalt
Vila y me instalé allí. Hacía mucho paisaje y también figuras, era
la época de los hippies». Luego vivió en ses Figueretes y más tarde
«compré una casita por La Marina, gracias al aval de Luis Llobet.
Ya era todo más caro y empecé a trabajar por las tardes en la Van
der Voort, cuando estaba Carl. Pero la verdad es que la isla
empezaba a cansarme, y en el 77 decidí irme a Barcelona. Hice
oposiciones y entré como catedrático en un instituto en donde he
estado 20 años, aunque siempre he continuado pintando y
exponiendo», precisó Fandos, cuya memoria se rejuvenece al recordar
los buenos tiempos que vivió en la isla, y a los amigos que hizo
entonces.