EFE|MADRID
El escultor Juan de Àvalos, académico de Bellas Artes y autor de numerosas obras y monumentos, pero más conocido por sus enormes figuras del Valle de los Caídos, falleció ayer en a los 94 años como consecuencia de un problema cardíaco. Según apuntaron sus familiares, estuvo trabajando hasta última hora en varios proyectos, entre ellos los relieves que le habían encargado para el monumento a Alfonso XIII en Colmenar de Oreja.
«Su muerte ha sido una sorpresa lamentable; era un hombre querido y trabajador, siempre animoso, jovial y de espíritu abierto», declaró a Efe Antonio Iglesias, secretario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que lo eligió miembro en 1974. Iglesias dijo que, aunque Àvalos frecuentaba mucho la Academia, «últimamente iba menos porque tenía muchísimo trabajo, como el monumento que hizo a Juan Pablo II en la madrileña catedral de la Almudena, que le tuvo muy atareado».
Juan de Àvalos será enterrado hoy en el panteón familiar de Mérida (Badajoz), donde nació el 21 de octubre de 1911. En 1927 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Badajoz y acabó en 1931 con el Premio Aníbal Alvarez y otros en su especialidad de modelado. En 1933 fue nombrado profesor de Término Modelado y Vaciado en la escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal y tres años después empezó a dirigir esa escuela y fue nombrado subdirector del Museo Arqueológico de Mérida.
Dedicado a la escultura en todas sus manifestaciones, Àvalos se reconocía influenciado por los clásicos grecorromanos, después por los artistas del Renacimiento y posteriormente por maestros contemporáneos. Realizó también obras más vanguardistas y finalmente se interesó por el arte figurativo. Fomentaba el verismo como lengua básica de entendimiento entre los hombres, para lograr que la emoción del arte alcanzara a todas las sensibilidades. Entre su obras, sobresalen las enormes estatuas de los evangelistas, virtudes y piedad y la de cuatro arcángeles de la cruz y basílica del Valle de los Caídos, obra por la que se le asociaba a Francisco Franco, aunque el artista ha dicho en alguna ocasión que sólo estuvo una vez en el palacio del Pardo y que por ese encargo cobró 300.000 pesetas.
También son famosas sus figuras yacentes de los Amantes de Teruel; la de Manolete en Córdoba (1950); el Àngel de la Paz en Valdepeñas (1966); los marinos caídos en el Mediterráneo en Benidorm (1966) o los que dedicó a la gesta del Alcázar en Toledo, a Fernando el Católico en Zaragoza (1969), a Pemán en Cádiz o al Rey Juan Carlos.