JULIO HERRANZ
El Espacio Micus acogerá a partir de las 18,00 horas de este sábado 12 la inauguración de la primera exposición en Eivissa de Andrei Roiter (Moscú, 1960), que estará abierta al público hasta el próximo octubre: sólo domingos, de 11 a 14 horas; o por cita telefónica: 971 19 19 23. Para la ocasión el artista de origen ruso y de vocación nómada ha hecho una selección de unas 40 obras de distintas épocas, entre pinturas, acuarelas, dibujos y una escultura. «Hace unos años estuve pasando unas vacaciones en la casa de Micus, me gusta mucho el espacio de las exposiciones y al final me he animado a presentar una muestra de mis trabajos», explicó ayer Roiter a este periódico, añadiendo que no conoció personalmente a Eduard Micus, pero que admira su obra.
Definiéndose a sí mismo «como un artista conceptual con sentido del humor», su obra refleja su estilo de vida, más bien el de un turista curioso y errante que recurre al arte y a la filosofía para ofrecer en sus creaciones una visión del mundo contemporáneo impregnada de poesía e ironía. «Siempre llevo conmigo una cámara de fotos y una libreta para apuntar notas, reflexiones, ideas... A partir de ahí suelen surgir la mayoría de las obras», precisó el artista, quien desde hace unos años vive a caballo entre Amsterdam y Nueva York.
Aunque acepta y reconoce la herencia artística y humana de su origen ruso, Roiter no siente un especial apego por ningún territorio en particular, y prefiere reconocerse «como ciudadano del mundo». Eso sí, marcando una distancia crítica con el paisaje y el paisanaje internacional, del que levanta acta artística, como si fuera un arqueólogo de la cotidianidad, a través de los retales de la realidad que va incorporando a su plural universo creativo.
Andrei Roiter estudió en la Facultad de Arquitectura de Moscú. Su obra ha sido expuesta alrededor del mundo en galerías y museos, con reconocimiento de la crítica especializada. Así, por ejemplo, la galerista y crítica neoyorquina Lisa R. Williams afirma: «Roiter no desea ofrecer categorías sencillas del lenguaje verbal o visual; su forma de comunicación iría más bien a través de gestos oblicuos que ofrecer una visión intimista y próxima de las cosas. Una dirección en la que cuenta más la expresión espontánea que una explicación didáctica de su mundo conceptual; prefiriendo someter la vida al test sucesivo de la metáfora y la alegoría», precisa Williams, que incluso llega a encontrar en la forma de trabajar del artista, buscando inspiración en las cosas humildes de la vida cotidiana, «un realismo social que revela su origen de la Rusia soviética».