Una decena de jóvenes actores de un barrio pobre de Nairobi ensayan «Bodas de sangre», una obra teatral del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca en la que encuentran similitudes con las costumbres y tradiciones africanas. El grupo se reúne en un centro cultural del suburbio de Babadogo, a nueve kilómetros del centro de Nairobi, encabezado por José María Ureta, director de escena sevillano que aúna culturas con el teatro y la literatura.
El pavimento desaparece a la mitad de la carretera de acceso a Babadogo, donde residen unas 350.000 personas y donde pasada la línea del asfalto, el polvo y la basura se acumulan en las calles. «La elección de 'Bodas de Sangre' no fue fortuita. Es sorprendente la vigencia que tiene en un contexto tan lejano como el africano. La obra refleja un mundo rural, pleno de costumbres y tradiciones, que concuerda con la manera de vivir y sentir de los africanos», dice Ureta a Efe, acompañado de sus actores.
El drama lorquiano de los años treinta está ceñido por la violencia, la pasión y la muerte, habla de clanes rivales, de enemistades antiguas y de relaciones prohibidas, puntualiza Jacinta, una estudiante keniana de veintidós años, que interpreta a la novia que acaba dejando a su prometido para huir con su amante. «Tú te casas con alguien porque ha pagado la dote, pero a veces no te gusta. Entiendo que la novia escapara en el último momento», dice Jacinta, sobre la similitud de las circunstancias que rodean la boda descrita por Lorca con situaciones de la vida real en Africa.
Tanto Jacinta como sus compañeros de reparto aseguran que no les sorprendió el texto, en el que el novio y el amante se matan en un duelo tras la afrenta de la fuga de la novia. Ureta explica que la fácil comprensión de la obra reside en que «el amor y la pasión fuera de las normas sociales todavía se castiga con la muerte en ciertos círculos de Africa».