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Y que sea por muchos años

La segunda jornada del festival de jazz se convierte en una reivindicación del mismo por parte de Abe Rábade y deja una gran actuación de Muriel Grossman

La saxofonista austríaca Muriel Grossman ofreció un memorable concierto en el Espai Eivissa del Mercat Vell en la tarde del pasado viernes. Foto: MARCO TORRES

PEP TUR

Segunda jornada del festival y la mejor en su conjunto a la espera del cierre que ayer noche llevaba a cabo la cantante Mina Agossi; pero también la más reivindicativa en cuanto a la continuidad del certamen, tanto por la calidad de loa conciertos que pudieron verse como por las palabras de Abe Rábade, pianista gallego y líder de la Eivissa Jazz Experience, en el baluarte de Sant Pere la noche del pasado viernes.

«Gracias por mantener el festival, sobre todo por el criterio que prima en él de apoyar y potenciar el jazz joven de este país. Vale la pena que se mantenga, y que sea por muchos años», dijo Rábade para recibir de inmediato un fuerte aplauso del público, que hasta el momento ya había disfrutado en Dalt Vila de la actuación del cuarteto del trompetista Javier Pereiro, a quien acompañaban Virxilio da Silva (guitarra), José Santomé (contrabajo) y Max Gómez (batería). En su concierto, Pereiro dejó muestras del brillante futuro que le espera en el jazz nacional gracias a su depurado sonido.

Grossman

Cada año, el festival ibicenco deja una actuación para el recuerdo, y en esta ocasión, tal honor pertenece hasta el momento a la saxofonista austríaca Muriel Grossman, residente en Eivissa desde hace cuatro años y que desplegó en el Espai Eivissa del Mercat Vell un verdadero recital sorprendente por lo arriesgado de la propuesta y la hermosura de su desarrollo. Armada con el soprano al inicio del concierto, aunque pasó rápidamente al saxo alto, que ya no abandonó, Muriel Grossman aparecía frágil sobre el escenario. Delgada y embarazada de siete meses, quien esto escribe poco podía sospechar la potencia que desarrollaría junto a Radomir Milojkovic (guitarra), David Marroquin (contrabajo) y Marko Jelaca (batería), perfectos cómplices para una propuesta musical que desfilaba muy cerca de los atractivos abismos que conducen al free-jazz y que por momentos rozaba la perfección, muestra inequívoca de la compenetración entre el cuarteto. (Quien no pudo verla el pasado viernes, no debería perderse las actuaciones que ofrecerá hoy mismo a las 21'30 horas en el local Parawdiso de Santa Gertrudis y mañana lunes (a las 22'00 h.) en el Mar y Sal de ses Salines).

Rábade

El plato fuerte estaba previsto para la última actuación en el baluarte de Sant Pere: el regreso del pianista Abe Rábade al frente de la Eivissa Jazz Experience en su tercera convocatoria y que unió sobre el escenario a Perico Sambeat (soprano y alto), Toni Berenguer (trombón), Jesús Santandreu (tenor), Chris Kase (trompeta), Pablo Martin (contrabajo) y Iago Fernández (batería). Este último, de hecho, abandona Eivissa como una de las revelaciones del festival por la desconcertante relación entre su juventud y las impresionantes tablas jazzísticas que atesora en cuanto coge sus baquetas, enfrentado, como estuvo el viernes, a potentes instrumentistas como como Sambeat o Santandreu o a la elegancia de Kase, sin desfallecer en ningún momento.

Siguiendo el esquema de este combo, los integrantes de la Experience fueron turnándose para ofrecer una consecución de improvisaciones que mostraban una vez más el acierto de Rábade a la hora de configurar la formación, con la que, de hecho, ha grabado su último trabajo discográfico, Open Doors, cuyos temas configuraron el bloque principal del concierto en Sant Pere.

Encantado por estar de nuevo en la isla, Rábade, sin duda uno de los baluartes del festival y uno de sus defensores más acérrimos, no dejó que fuera sólo la Experience la que cerrara la velada y, ni corto ni perezoso, invitó a subir de nuevo al escenario al cuarteto de Pereiro para una jam que acabó incorporando incluso al batería Paul Svanberg, integrante del cuarteto sueco de Kristian Brink, a quién también se vio por el baluarte, aunque finalmente no se incorporó a una fiesta que llegó a favorecer que el propio Rábade se sentara a la batería para acompañar alguno de los solos.

Sobre la una de la madrugada, el público se retiraba satisfecho del baluarte y, casi con toda seguridad, con las palabras de Rábade aún rondando por la cabeza. «Hay que mantener el festival», reconozco que me dice una voz cada vez que pienso en ello, y no tengo ninguna duda de que así será.

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