JULIO HERRANZ
Nuria García Masip (Eivissa, 1978) presenta actualmente en el Centro de Artesanía de Zaragoza una exposición colectiva con 33 obras de caligrafía islámica de la escuela otomana; entre ellos, algunos de los principales maestros calígrafos de Estambul, así como de varios alumnos destacados, como ella misma, comisaría de la muestra. Tras estudiar Filología española y francesa en la Universidad de George Washington (EE UU), residió en Marruecos. Actualmente vive en Munich, donde produce e ilumina sus propias piezas de caligrafía. Visita regularmente Estambul, donde sigue en contacto con sus maestros de arte islámico.
-¿Por qué no has presentado aún sus obras en Eivissa?
-Aunque practico este arte de una manera intensa durante los últimos ocho años, fue solo hace dos que empecé a producir piezas finales y a participar en exposiciones, la mayoría en Turquía y el Golfo Pérsico, donde este arte es más conocido. Me encantaría poder tener una exposición en mi isla, cuando surja esa posibilidad.
-¿Qué relación tiene actualmente con la isla?
-Vengo a Eivissa unas dos veces al año para visitar a mis padres, descansar y estar en la naturaleza. Cuando aterrizo con el avión siempre siento que he llegado a casa.
-¿Cómo surgió en usted ese interés por el arte islámico?
-En el 99 fui a Fes (Marruecos) para aprender árabe y me interesé mucho por todas las diferentes modalidades de artesanía (mosaicos, estuco tallado, diseños florales y geométricos). Había estudiado arte contemporáneo y estaba buscando una modalidad tradicional, con un marco y una estética que dieran un rigor y una profundidad a cada pieza más allá de las ideas subjetivas del artista. Casualmente conocí a un calígrafo con el cual empecé a tomar algunas clases. Él era autodidacta y pronto me di cuenta de que necesitaba una maestro que perteneciera a una cadena de transmisión de las grandes escuelas caligráficas de antaño. Fue entonces cuando conocí a Mohamed Zakariya, mi primer maestro, en los EE UU, y más tarde continué con el maestro de este, Hasan Çelebi, en Estambul.
-¿Conoces más casos de mujeres que lo hagan?
-Hay muchísimas mujeres, tanto orientales como occidentales, que practican este arte, aunque no tantas que hayan recibido el diploma caligráfico (Ijaza), que permite producir obras finales y transmitir este arte según los cánones tradicionales. Somos un grupito muy pequeño pero creo que en los próximos años irá en aumento, ya que hay mucho interés.
-¿Está relacionado siempre con la religión?
-Los orígenes de la caligrafía islámica están íntimamente ligados con el Islam, ya que fue la necesidad de escribir el Corán lo que hizo que se desarrollaran todas las artes del libro. Hoy en día puede contener tanto versículos coránicos como poemas místicos, poemas de amor, o refranes populares. Yo personalmente escojo versos que siempre tengan una cualidad universal, esas verdades perennes que están en el centro de todas las culturas y religiones.
-¿Puede explicar un poco la 'cocina' de su trabajo?
-El proceso de producir una pieza caligráfica es lento. Primero se debe de teñir y barnizar el papel y dejar reposar varios meses antes de usarlo. Luego se prepara el boceto de lo que es la obra en sí, combinando las letras de la manera más armónica posible y probando distintas posibilidades; ésto puede tardar semanas, o incluso meses, si se trata de un texto muy largo. Una vez finalizado el boceto se escribe la pieza (con el cálamo tallado de junco y la tinta tradicional) sobre el papel preparado y se lamina sobre una cartulina hecha a mano. Luego viene todo el proceso de la iluminación (la decoración de los bordes) con oro que puede tardar varias semanas dependiendo de la complejidad del diseño. Es muy común que para piezas muy complejas el calígrafo entregue la pieza a un atelier de iluminadores en Estambul. Yo misma intento hacer el trabajo de iluminación más sencillo, pero para piezas enormes donde el cliente quiere una iluminación extensa, también trabajo con iluminadores.
-¿Qué le inspira para hacer una obra?
-Normalmente me inspiro en el contenido de un texto que haya leído y que al escribirlo tenga también una belleza y una armonía interna apropiada para una caligrafía. Pero también hay veces que lo que me inspira es la belleza de una letra en particular, y luego busco textos donde esa letra salga a relucir.
-¿Quiénes suelen ser sus clientes?
-La mayoría son coleccionistas privados que conocen este arte, normalmente del Golfo Pérsico o de Turquía. Pero también hay occidentales interesados en este arte; cada vez más.
-¿Contribuyes con su arte a tender un puente con la cultura islámica?
-Creo que cualquier arte tradicional es una puerta para entender mejor una cultura y religión ajenas. La exposición que acabamos de abrir en Zaragoza y la respuesta entusiasta del público aragonés creo que es una prueba de ello. La belleza estética de una obra artística puede romper muchos prejuicios.
-¿Por qué vive en Munich?
-Vivo en Munich desde hace dos años por razones puramente prácticas. Mi marido, que es neozelandés, es profesor en la Escuela Internacional de Munich. Después de vivir en Estambul, este era un punto intermedio entre Turquía y España, lo cual me facilita bastante el poder desplazarme con facilidad a los dos países.