El veterano actor Arturo Fernández traerá los próximos días 19 (21 horas) y 20 (20 horas) al Palau de Congressos su última producción La montaña rusa en la que comparte cartel con la actriz Carmen del Valle, premio Max por su actuación en La Celestina. El asturiano, que siempre hace gala de una educación impecable, asegura que es un «verdadero placer y un auténtico honor trabajar por primera vez en Eivissa». Resulta curioso que, a lo largo de su dilatada carrera, este galán nunca se haya dejado caer por los escenarios ibicencos. Sin embargo, según el actor, el momento de su presentación en Eivissa no podría llegar en una mejor ocasión ya que viene «con una de las mejores comedias que se hayan puesto encima de un escenario». Por alguna razón la gira de esta función, que está a punto de finalizar, ha durado tres años.
-¿Cual es el gancho de esta comedia?
-El público, una vez la ha visto, tarda mucho en olvidarla porque trata temas muy de actualidad y que pueden ocurrirle a cualquier espectador. El autor juega mucho con el público y cada diez minutos hay una nueva sorpresa y tiene un final que nadie se puede imaginar.
-¿A qué responde el título?
-A esa montaña rusa que es la vida misma donde puedes estar arriba, enmedio o puedes estar hundido, cuando baja. Es un título que le va muy bien. La gente, cuando sube el telón, ya huele a Chanel nº 5 porque es una de esas comedias donde todo es bello y hay mucho glamour, pero también se sufre. Nunca todo es fácil, como la vida misma.
-¿La gente repite?
-Sí, ellos son la mejor publicidad. En Barcelona, en el teatro Condal, donde estuvimos siete meses. Hubo un matrimonio que vio la obra once veces. Al final llegué a conocerlos porque me causó verdadera curiosidad y le dije a la taquillera que me gustaría mucho saludarlos. Fue muy gratificante.
-El tirón es evidente porque ya ha apagado varias velas sobre el escenario con esta obra... ¿la más emotiva, quizás, la de su ochenta cumpleaños?
-Las he apagado varias veces. Pero no, chatina, yo tengo 52 años y muchos meses más. Yo siempre digo que quién inventó el calendario. Debió ser un amargado. Los años no existen. Existen los días y los momentos bellos de cada persona. Pero también los agradables porque, para disfrutar de los maravillosos, a veces tenemos que pasar por ese valle de lágrimas. Pero yo siempre digo que la vida es una comedia divertida y de bodevil, o una comedia musical.
-¿Cómo es su relación con el público?
-Vivo del público, de su amabilidad y, para mí, eso implica un gran respeto y por eso siempre quiero que cada comedia sea mejor que la anterior. Puedo decir tajantemente que, de mis comedias, nadie sale defraudado.
-¿Siempre dirige las producciones que protagoniza?
-Siempre he dirigido mis comedias porque soy muy perfeccionista. Hay quien dice que soy mejor director que actor. Pero eso lo pongo en duda porque soy un buenísimo actor. ¿Sabes qué pasa, chatina? Que mi madre siempre me dijo: «Habla muy bien de ti mismo, ya se encargarán otros de ponerte verde».
-¿La relación con el público cambia cuando un actor se aparta del cine y la televisión?
-Sí que cambia, porque el público de teatro tiene mucha preparación. Siempre es muy selectivo. El público de teatro es muy difícil de engañar porque siempre sabe lo que va a ver.
-¿Es cierto que no va mucho al teatro?
-Es cierto. Sólo voy cuando me dicen que hay una función en Londres o en París que me podría ir bien a mí por mi forma de interpretar, ahí me desplazo a pesar de que no entiendo ni inglés ni francés. Aunque no comprenda el idioma, entiendo perfectamente lo que quieren decir. Pero aquí, en España, no voy a ver teatro porque, si me gusta, lamento mucho no haberla hecho yo y, si no me gusta, no estoy para perder dos horas de mi preciosa vida.
Cuestión de estilo
Si por algo es conocido Arturo Fernández, además de por sus dotes como actor y director, es por su inimitable estilo. Siempre elegante por lo que, a pesar de polémicas, sus trajes siempre serán los más famosos del país. «Yo creo que Camps se pagaba los suyos, igual que yo, cosa que no entiendo», asegura el asturiano, que añade: «No sé por qué a nadie se le ha ocurrido hacerme los trajes a cambio de que les mencione en el programa».
«Al final de las obras me espera mucha gente, sobre todo mujeres, que me preguntan ¿Quién le ha hecho el traje que quiero uno igual para mi marido? Y yo nunca lo digo porque me los cobran y no quiero hacerles publicidad», recuerda entre risas y concluye que «es una falta de visión comercial».