El presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Serra, y el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, firmaron ayer un convenio para poner en marcha el proyecto de consolidación y conservación del acueducto de origen romano de s'Argamassa.
Con este proyecto, que tiene un coste de 81.493 euros, de los que el Consell y el Consistorio aportan 28.960 euros cada uno, y el resto el Programa Leader de la Unión Europea, se intentará que, en un plazo de cinco meses, este Bien de Interés Cultural pueda recuperar el esplendor que tuvo cuando desde el siglo I al VI d.C fue el método más empleado por los pobladores de Santa Eulària para transportar agua.
Actualmente este monumento está muy deteriorado por causas tan diversas como la fuerza con la que bajaba el agua altamente calcárea, unos 10 litros por segundo, los envites del mar, la construcción de un hotel anexo, los pasos forzados que han tumbado algunos tramos y los árboles, arbustos, sabinas y matorrales que han crecido al lado y encima».
Por eso, según la redactora del proyecto, Irene Jaumà, los trabajos se dividirán en dos partes. En la primera «se hará un estudio previo para analizar los morteros de cal, se realizarán catas arqueológicas, dibujos detallados de las secciones y una ficha con los árboles existentes para establecer un protocolo individualizado de cada uno».
Tras esto, en los siguientes tres meses, se llevará a cabo la limpieza, consolidación y museización de los 397 metros que tiene la canalización. «Primero la idea es recalzar con argamasa el monumento colocando las piezas caídas y poniendo nuevas si es necesario y, después, se comenzará la museización del monumento mediante un recorrido de visita que, en el antiguo sentido del agua, explique el paisaje del entorno, el origen del agua, los interrogantes sobre la función del acueducto y el uso del líquido al final del recorrido».
Época imperial romana
El acueducto de s'Argamassa es una obra de ingeniería hidráulica de unos 397 metros de largo construída durante la época altaimperial romana, en el siglo I d.C, para llevar el agua desde una antigua fuente en el interior que ahora es una pequeña torrentera hasta la costa en dirección suroeste.
Según Joan Ramon, arqueólogo del Consell, «en su origen estuvo formado por un muro de piedras irregulares y mortero típico de cemento con un canal de unos 15 centímetros de anchura con una altura que iba desde los 45 centímetros de los primeros tramos hasta los 2,17 metros que tiene en su punto final junto a la playa».
Lo que no está claro cuál era el uso del asentamiento situado al lado del mar que recibía el agua que llegaba de la canalización. Según el arqueólogo, «tras descartar por completo que tuviera relación con las minas de s'Argentera por no encontrarse restos en la zona, y viendo que las estructuras se asemejan a pequeñas piscinas comunicadas entre sí, la teoría más extendida apuesta por creer que el lugar era una pequeña factoría destinada al salazón de pescado».