El crítico de cine Oti Rodríguez Marchante presenta mañana en la librería Hipérbole de Eivissa su libro de relatos ilustrados por Pere Ginard Adiós a la tierra de los colores vivos. Una idea muy diferente a su trabajo en el periódico ABC. ¿Un giro en su trayectoria? No, simplemente un entretenimiento entre película y película.
—¿Qué es Adiós a la tierra de los colores vivos?
—Son cuatro cuentos que no sé si son infantiles o giran sobre la infancia. Eso sí, en todos ellos aparecen niños y aluden a esos momentos en los que por los avatares de la vida se pierde la imagen tan cromática y tan ilusionante que suele tener la infancia.
—¿Por qué se puso a escribir esta obra tan alejada de sus críticas de cine?
—(Risas) Fue totalmente casual. Mi amiga Ariana Squilloni, dueña de la editora de libros infantiles A Buen Paso, me propuso escribir un pequeño relato para hacer un libro de cuentos con varios autores. Se lo mandé y le gustó tanto que me animó a escribir otro y otro hasta llegar a los cuatro que forman parte de la publicación. Y ahora estoy muy contento de haber hecho el esfuerzo porque el libro ha quedado de auténtico lujo.
—Además, cuenta con ilustraciones de Pere Ginard. ¿Cómo ha sido trabajar con él?
—Pues otro lujo. No le conocía personalmente pero en cuanto leyó los relatos hizo un proyecto de ilustraciones que eran la maravilla de las maravillas. Ha conseguido plasmar de forma casi perfecta el dibujo clásico con la modernidad actual.
—Pero, a pesar de esta incursión en los cuentos, sus seguidores pueden estar tranquilos porque seguirá de crítico de cine, ¿no?
—(Risas) Sí. Mi trabajo es ver películas y hacer comentarios sobre ellas. Esto ha sido un accidente, entre comillas, y aunque me ha encantado hacerlo, aún debo conseguir concretar si mis cuentos son para niños o para más mayores.
—¿Cómo es el día a día de un crítico de cine?
—Pues hoy (por ayer) es un día típico de mi trabajo. Por la mañana voy a ver el pase de una película que se estrenará dentro de una semana o dos, y después me pongo a escribir la crítica, que siempre suele salir el día del estreno, que suele ser un viernes. Afortunadamente, muchos de mis lectores no son especialistas y en mis textos me limito a hablar de la película sin entrar en demasiados tecnicismos.
—¿Cómo se inició en este trabajo?
—En la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid hice lo que entonces se llamaba Ciencias de la Imagen y del Sonido porque me encantaba el cine. Sin embargo, pronto me di cuenta que era un inútil para realizarlas, pero no para escribir sobre ellas. Luego tuve la suerte de entrar rápido en ABC y de que me dieran la oportunidad para ir a los festivales. Y todavía me soportan allí y espero que por mucho tiempo.
—¿Cómo ve el cine español?
—Ahora Las aventuras de Tadeo Jones y Lo Imposible le han puesto una careta de felicidad a las cifras, pero eso no arregla problemas como no tener una industria sólida, una buena distribución o una buena conexión con el público. Hay todavía un desfase entre la ilusión del que hace la película y la desilusión del que la ve. Pero lo cierto es que en un país en el que nada está bien, el cine, que está en crisis permanente, lo acusa.
—¿La subida del IVA le hará aún más daño?
—Sí, pero menos. No sé de nadie que por costumbre fuera al cine una vez a la semana pagando 8,50 euros y que ahora deje de ir por cincuenta céntimos más. Le afecta más la falta de conexión con el público.
—¿Será porque trata siempre los mismos temas?
—Puede ser. Hacer una película como Lo Imposible es imposible, ya que, además del talento de Juan Antonio Bayona, se necesita un respaldo económico importante. Lo normal es que en España no se hagan estas películas y se apueste por otros géneros que son singulares nuestros y que en ocasiones engancha ny en ocasiones no. El problema está ahí, en su conexión con el público.