La segunda jornada del Festival Internacional de Música de Ibiza tendrá lugar esta noche en la iglesia de Sant Carles (22,00 horas) y tendrá como protagonista al organista polaco Norbert Itrich Prella, actual organista titular de la Catedral de Santander. Afincado en España desde hace doce años, Prella dirige en nuestro país diversos ciclos de carácter internacional de música para órgano y además es el autor del proyecto de restauración, ampliación y construcción de los tres órganos de la Catedral de Santander, un proyecto iniciado en 2010.
—¿Cómo llega un organista polaco a organista titular de la Catedral de Santander?
—Realmente el asunto es bastante fácil de explicar. Vine a España hace doce años y empecé a tocar por los pueblos, allí donde hubo posibilidades de tocar y de ensayar durante tres años. El obispo viajaba entonces por diferentes parroquias y en muchas de ellas estuve tocando. Un día, el que era el secretario del obispo, y el mismo obispo, dijeron una frase que muchas veces repito: ‘No puede ser que en un pueblo haya mejor organista que en la Catedral'. Vinieron y me dijeron que yo iba a ser el organista, sin concurso, ni oposiciones ni nada. Allí estoy desde hace nueve años.
—¿Es España un buen país para los organistas?
—En cierto modo, hay pocos organistas. Cuando hay pocos organistas la cultura organística, la costumbre de tocar y escuchar el órgano realmente es escasa. La gente no tiene muchas posibilidades de escuchar el órgano. Somos pocos.
—A diferencia de otros músicos, que pueden llevar sus instrumentos, el organista tiene que establecer continuamente una relación nueva con los órganos de sus conciertos. ¿Es complicado?
—Sí, hasta cierto punto sí. Cada instrumento es una historia diferente. Cada uno tiene su mecanismo de funcionamiento. Son parecidos, sí, pero cada uno de ellos ofrece una acústica diferente, cada uno es especial porque son de distintas épocas, y más cuando hablamos de instrumentos históricos, con teclado partido y otras particularidades. Cada instrumento es un mundo. Cuando hablamos de instrumentos modernos, fabricados hace treinta o cincuenta años, son más bien parecidos. Pero cada uno es distinto.