Rafael Álvarez, El Brujo, (Lucena, Córdoba, 1950), es uno de los nombres con mayúsculas de los escenarios españoles. Sus montajes, casi siempre en solitario y sobre textos de la literatura clásica, son sinónimo de éxito y eso en un país donde el teatro apenas se consume es decir mucho de él. Sin embargo, no se lo toma enserio y nunca pierde la humildad porque, como asegura entre risas, «somos un país en el que tan pronto se habla bien de ti como te pegan un palo y ya no vales para nada». De momento, antes de acudir esta noche a las 22,00 horas al recinto exterior de la UIB para representar la obra El asno de oro atiende a este periódico con exquisita educación. Todo un lujo para los sentidos.
—El Asno de Oro de Lucio Apuleyo está considerada una de las grandes novelas de la literatura latina que habla de la picaresca, la crisis y la redención. Todo muy actual ¿no?
—Sí. Y más porque nuestra versión tiene guiños a la actualidad y lo que vivimos en nuestros días.
—¿Pero el que decidiera hacerla tuvo que ver con la situación de España?
—Deliberadamente no. Simplemente la escogí porque me encontré con el texto de manera sorprendente y porque trata de la decadencia moral en todos los sentidos, la crisis total completa de una sociedad, la del Imperio Romano tardío.
—Y usted la adaptó.
—Sí. Hemos sintetizado textos y le hemos añadido música en directo. Todo esto se podrá ver en Eivissa.
—Vuelve a actuar sólo. ¿Tiene fobia a actuar con otros actores?
—No. Simplemente es mi forma de actuar desde hace muchos años. Intento llevar al escenario un género, el del narrador solista, en el que más que interpretar se cuenta una historia.
—Pero no tiene que ser fácil.
—En parte. Pero es todo práctica, técnica y mucho entrenamiento. De todos modos no soy ningún innovador, es un género que ya han cultivado en Italia grandes actores.