Álvaro Urquijo (Madrid, 1962) fundó con sus hermanos en 1978 el grupo que después fue Los Secretos en 1980. Tras la muerte en 1999 de su hermano Enrique se convirtió «forzosamente» en líder y vocalista de un grupo del que era guitarrista. Un lugar que ha defendido con «humildad» y la necesidad de compensar con esfuerzo y calidad las ausencias de los que se fueron. Un grupo que 37 años después continúa sobre los escenarios, grabando discos y seduciendo a generaciones. Su próxima cita será este sábado en la Plaza de España de Santa Eulària.
—¿Cuáles son «los secretos» que les mantienen sobre el escenario?
—Tengo dos respuestas y las dos confluyen en lo mismo. Está el trabajo bien hecho, la humildad y la sabiduría de aceptar las malas épocas y trabajar para las mejores, intentar ganar más público a través del trabajo y la lucha constante por hacer buena música y que eso se te reconozca. Se trata de hacer bien tu trabajo independientemente del mercado y lo que te rodea. Y, por otro, si miras el panorama musical de otros países, es normal encontrar bandas que tienen 37 años. Hace poco moría el guitarrista de Status Quo y creo que llevaban 40 años juntos. Aquí los que siguen después de tanto tiempo es raro o es porque se han juntado con intención comercial o sacar unos cuantos euros al asunto.
—¿A qué se debe eso?
—A la educación musical y cívica. En España salimos de un régimen político y en muy poco tiempo nos poníamos en la cresta de la ola de la economía de mercado. Salimos de un país con poca cultura musical y pasamos a los 40 principales, con todos mis respetos, a la venta, al disco de oro y a todo un consumo de música. Y sin parar a pensar que millones de españoles teníamos que haber pasado un proceso similar a otros países, en el que nacieron grupos y tendencias durante varias décadas antes de esa meta. Eso tiene su coste.
—¿Por qué?
—Porque en los 80 y 90 se trataba de quién vendía más sin analizar la situación, no había cultura de nadar y guardar la ropa. Fue una burbuja que estalló pasando a ser más pequeño. Hubo un endiosamiento y tanta burbuja hizo que grandes artistas pararan en lo alto y no continuarán. Estoy hablando de amigos de bandas que yo admiraba como Radio Futura o Los Pistones.
—Le gusta diferenciar entre arte y mercado en lo musical, ¿por qué?
—Nos aficionamos a la música por la parte artística y por lo que nos divertía tener una identidad musical. Eso muchas veces es difícil hacerlo. Los Secretos tuvimos la suerte de tener una parte comercial y otra de calidad, lo que nos permitió seguir haciendo discos y gustando a la gente. Pero grupos que ofrecieron mucha calidad, pero estaban al margen de lo comercial o los sellos discográficos, se les complicó mucho. Esa fue nuestra suerte, el poder mantenernos. Somos como una especie de remolcador lento, que va con una marcha menos pero con paso firme y muy sabedores de nuestros errores del pasado y mucha humildad.
—¿Qué significan para Álvaro Urquijo títulos como Déjame, Sobre un vidrio mojado u Ojos de Gata?
—Una suerte tremenda porque antes que músicos somos aficionados a la música y ahí es cuando se convierte todo en una magia. Esas canciones que hemos compartido con nuestro público nos han hecho dar un paso más adelante y grabar más discos o actuaciones para aprender. Un paso evolutivo. Han sido regalos, guiños que nos ha hecho el público por algunas de nuestras obras.
—¿De dónde nace el nombre de Los Secretos?
—Me gustaría responder con alguna respuesta que inventaré algún día y será más boyante. Pero la realidad es bastante sencilla. (Risas). A finales de los 70 teníamos un nombre muy feo, Tos, que era horroroso y no nos gustaba a nadie. En cada concierto que hacíamos los hermanos Urquijo nos cambiábamos el nombre y resultó que el que teníamos cuando grabamos la primera maqueta era Tos y claro, se quedó unos años. Luego, cuando ya pensamos en hacer un disco, nos miramos y decidimos cambiarlo. Luego hicimos una lista con más de 500 nombres con muchos amigos y entre todos decidimos. Quedaron 4 nombres, entre ellos Los Secretos, Los Impostores que a mí me gustaba mucho y Los Sencillos, que luego fue el nombre de otro grupo.
—¿Cómo definiría la evolución del grupo?
—Como profesional intentas hacer las cosas lo mejor posible, aprender y que lo que tocas mole. Hay que ir aprendiendo y que esa mejora apenas se note pero que te forme como músico y te ayude a hacer cosas cada vez más difíciles de una manera más sencilla. Yo era un guitarrista autodidacta muy joven que apenas tenía nociones musicales e iba aprendiendo por intuición y cada vez que empezaba a tocar, intentaba que se me identificase con Los Secretos. Por otra parte, me he convertido forzosamente en vocalista y estos últimos 17 o 18 años me he dedicado a intentar cantar cada vez mejor y a intentar rescatar lo que tuve que sacrificar de la guitarra para compensar que estaba cantando y no podía hacer las dos cosas a la vez.
—Hay personas que vinculan al grupo con la tristeza. ¿Está de acuerdo?
—Es muy difícil hacer temas tan desnudos como para que 4 generaciones los hagan suyos. Esa simpleza de la música de mi hermano todos la hemos valorado e intentado continuar. El lenguaje de la tristeza que dicen que habla de nosotros, no creo que sea tan extraño si lo comparamos con los tangos, el soul, blues, country, etc. No es una exclusiva de Los Secretos, otra cosa es que otros grupos hablen de otras cosas.